jueves, 3 de diciembre de 2009

El ejemplo de los obispos para combatir el cambio climático

A efectos estadísticos soy católico porque aparezco en los archivos de la Iglesia al estar bautizado y hacer la comunión, algo a lo que no pude negarme. Hace treinta y cuatro años que comulgué por última vez. Recuerdo que fue durante el funeral que se hizo a Franco en el colegio donde estaba interno. Al tomar la comunión me atraganté y pasé muy mal rato. Incluso llegué a pensar que el Señor me había castigado por no haberme confesado previamente. Aquel día, el jefe de estudios estaba pendiente de todos los que no comulgaban y yo no quería que me tomaran por un antipatriota, así que recé dos padrenuestros y me puse en la cola.
Desde entonces no he sentido la necesidad de volver a comulgar y sigo sin entender para qué sirve la religión, aparte de ser el origen de la mayoría de conflictos humanos y para que los pobres no se rebelen contra sus penurias al pensar que en otra vida serán recompensados.
Con la recomendación que han hecho los obispos de negar la comunión a los católicos que apoyen la ley del aborto, me dan ganas de volver a pisar una iglesia y ponerme a la cola por el mero hecho de sentirme excomulgado por aquellos que no me consideran digno de tener los mismos privilegios que Franco o Pinochet, entre otros grandes defensores de los derechos humanos.
A los notables del clero no les gusta que las mujeres sean libres de elegir su destino, y pregonan la abstinencia como único medio válido para no tener hijos, algo que ellos llevan haciendo desde hace siglos con excelentes resultados porque hasta le fecha no se ha dado el caso de que un solo obispo se haya visto en la terrible tesitura de abortar. Ellos conocen como nadie el alma humana y tienen la receta para solucionar todos los males que nos azotan. De hecho, la principal amenaza que nos afecta globalmente es el cambio climático, y es bien sabido por todos que la forma de combatirlo no es tanto disminuir la emisión de CO2 como limitar la superpoblación humana y la propia ambición de los hombres al considerar que todo lo que hay en el planeta ha sido creado para su disfrute.
El método de los obispos no es útil para limitar la emisión de gases, pero sería maravilloso para salvar el planeta de la plaga más devastadora que ha conocido. Si todos los humanos nos sintiéramos obispos y practicáramos la abstinencia, bastaría con muy pocos años para que las heridas del planeta se sanaran.
Supongo que no faltará quien considere este post absurdo y estúpido, exactamente lo mismo que piensa cualquier persona lógica cuando trata de analizar algo tan incomprensible y desfasado como la religión.

viernes, 6 de noviembre de 2009

Mis libros en ebook

Después de tres semanas de trabajo, he conseguido ajustar todos mis libros al formato ebook, porque no basta con convertirlos a PDF para que pueda reproducirlos el lector, hay que ajustar la página al tamaño de la pantalla para que la lectura sea óptima, aparte de utilizar una tipografía que reproduzca fielmente el texto porque los lectores no reconocen todos los tipos de letra. Después de algunas pruebas me decidí por la letra Times New Roman al ser la que más se parece a la Garamond, que es la que siempre utilizo en mis libros.
En total dispongo de once novelas, un libro de cuentos y catorce obras de teatro para aquellos que quieran conocer mi obra o para los que ya tienen libros míos y quieren ampliar la colección a un precio bastante más asequible. Las grandes editoriales se están planteando sacar los ebooks a un precio similar o superior a los libros, pero considero que eso es un disparate y darían pie a que se propague el pirateo de textos, que me temo que será inevitable, aunque considero que no tiene por qué ser tan grave como se teme, sobre todo para los que entendemos que la literatura no puede quedar en manos de las multinacionales, y que los escritores tenemos mucho que hacer para evitarlo. Está claro que los que vamos por libre nunca contaremos con la difusión y publicidad de los que se someten al sistema, pero a cambio tenemos otras ventajas. Yo no pretendo hacerme rico con la literatura, pero sí vivir de ella dignamente para seguir escribiendo sobre aquello que amo sin estar condicionado por los caprichos de las editoriales, y por fortuna y gracias a la ayuda de los lectores estoy en el buen camino para hacerlo.
En mi caso, los ebooks suponen una opción muy interesante para dar una mayor difusión a mi obra sin asumir una inversión que estaría fuera de mis posibilidades. Por ahora solo vendo mis libros en mi tienda y a través de mi web: www.ebaobab.com por lo que me ha sido imposible atender a algunos pedidos de México y Sudamérica debido a los cuantiosos gastos de envío. Al ser mi propio editor, me puedo permitir ofrecer a 5 € cada una de mis novelas y el volumen de cuentos, mientras a 2 € cada una de las obras de teatro. Incluso haría precios especiales por la adquisición de varios textos. A eso hay que añadir que enviaría todos los ebooks personalizados y haría un 20% de descuento a todos aquellos que quisieran adquirir el libro una vez leído el ebook. Todo esto está fuera del alcance de las grandes editoriales porque son muchos a repartir y carecen de la agilidad de los que pretendemos que la literatura se convierta en una forma de comercio justo.
Aquellos que deseen más información pueden ponerse en contacto conmigo en el correo: pacoromero@ebaobab.com

domingo, 25 de octubre de 2009

Un nuevo estándar para los premios literarios

En España se convocan más de tres mil premios literarios cada año, lo que está muy bien para aquellos escritores que vamos por libre y para muchos aficionados a la literatura que quieren probar fortuna. Esa buena noticia cultural supone un gasto económico y medio ambiental que no se puede tolerar cuando existen los medios para hacerlo de una forma mucho más sencilla, económica y ecológica.
Haciendo un cálculo aproximado, esos premios suponen la utilización, encuadernación y gastos de envío de unos mil millones de folios que solo tienen como fin que un comité de selección decida si pasan la criba para llegar al jurado porque sus miembros raramente leen más de cinco o seis manuscritos, sobre todo en los premios grandes.
La opción que existía hasta hace poco para evitar esos dispendios era la lectura de los textos a través del ordenador, pero todos sabemos que leer en una pantalla es muy perjudicial para la vista. La situación cambia radicalmente con la utilización del ebook, donde todos los miembros del jurado podrían tener en una sola tarjeta todas las obras que se presenten al concurso, independientemente de las que recomiende el comité de selección. Bastaría con incluir en las bases que todas las obras fueran formateadas a un tamaño de 88 x 113 mm en letra Times New Roman de 11 a un espacio y enviados en PDF. La lectura es tan buena como la de un libro, y aparte del considerable ahorro económico y medioambiental. Creo que una sociedad civilizada no se puede permitir ciertos derroches.
Espero y deseo que los organizadores de los concursos hagan gala de la conciencia ecológica de la que tanto presumen y empiecen a cambiar las bases porque todos saldríamos ganando, y sería bueno que todos los escritores presionáramos para poner fin a una situación absurda.

viernes, 23 de octubre de 2009

Libro o ebook

Hace quince años, cuando todavía trabajaba como fotógrafo publicitario, se empezaba a hablar de la fotografía digital y sobre cómo podría influir en el negocio. Entonces no pensábamos que llegara a igualar la calidad de la emulsión de las diapositivas o negativos. Me equivoqué, y hace seis años que guardé las cámaras de película y quité el laboratorio porque era evidente que la fotografía digital había ganado la batalla.
Desde hace algún tiempo se habla de libro digital o ebook como sustituto del libro convencional. Desde el sector editorial se dice que entrará poco a poco y que convivirán los dos juntos. Hace dos semanas estuve en LIBER, la feria del sector editorial, y tuve la impresión de que había mucho miedo. Estamos metidos en una revolución tan importante como la que supuso la imprenta y la mayoría de los profesionales se niegan a reconocer lo que es evidente: el ebook terminará por devorar al libro, y este quedará como algo propio de coleccionistas. Al sector editorial esa opción no le gusta porque los distribuidores, librerías y muchas editoriales desaparecerían, aparte de lo que supondría el pirateo, por lo que tratan de demorar la implantación del ebook.
Hasta hace poco tiempo yo también era reacio a leer los libros en una máquina, pero después de probarla ya no le veo tantos inconvenientes, aparte de que seguiré conservando mis libros, incluso presenta notables ventajas que en sucesivas entradas iré exponiendo. De entrada, creo que en la nueva situación los escritores pueden recobrar el protagonismo que han perdido, sobre todo aquellos que vamos por libre y que no tenemos la posibilidad de que nuestros libros estén expuestos en las grandes librerías. En el ebook todos los libros son iguales en cuanto a formato, por lo que lo importante son las historias que contienen, y ese es un terreno en el que no tengo miedo.
Ya me he comprado un lector y estoy maquetando todos mis libros para tenerlos en el nuevo formato y ofrecer la posibilidad a mis lectores de que tengan el libro o el ebook, a un precio bastante inferior, porque es necesario estar preparado para los enormes cambios que se avecinan.

sábado, 17 de octubre de 2009

Simone White

Hace un par de semanas tuve la fortuna de asistir a un concierto en una pequeña sala de Ciudad Real que dieron dos cantautoras de las que no había oído hablar en mi vida: Victoria Williams y Simone White. De la primera no voy a hablar porque no se encontraba bien tras un accidentado viaje y apenas si tocó tres o cuatro canciones.
Simone White me impresiono por su voz dulce, por su tono casi susurrante y por la paz que trasmitía. Al finalizar la actuación le compre los dos discos que llevaba y mientras me los firmaba me contó la relación que tenía el primero de ellos con su abuela y su madre, aunque no entendí todo lo que deseaba porque mi inglés es muy pobre.
Desde entonces sus discos se han convertido en compañeros inseparables cuando escribo en mi tienda, aunque a veces los combino con el que le compré a Marro en Luarca “Cazador de sueños”.
En una entrada anterior comenté que casi siempre escribo mis novelas escuchando canciones de Tom Waits porque me parece el mejor creador de bandas sonoras para los sueños. Dicen que los extremos se tocan, y en principio Simone White no tiene nada que ver con ese genio de voz tortuosa y música indefinible, pero sus canciones adquieren profundidad a medida que se van escuchando, y terminan por crear adicción. No tengo ninguna duda de que esta cantautora ha llegado para ser una de las grandes, y no de las que lideran las listas de ventas, sino de las que son respetadas y admiradas por su trayectoria comprometida con la música y con la sociedad en que viven.

viernes, 16 de octubre de 2009

Otra vez el Planeta

Al premio Planeta le pasa lo mismo que a la gripe A, ambos están tremendamente sobrevalorados y todo lo relacionado con ellos encuentra sitio en las portadas de los medios de comunicación. Este año el nombre de la ganadora estaba en wikipedia antes de que supuestamente se reuniera el jurado, con lo cual se demuestra el papelón que hacen sus miembros al elegir entre las escasas novelas que interesan a la editorial. Supongo que estarán muy bien pagados por ello.
El Planeta no es un premio que se dé a una obra literaria, es un negocio donde la obra es lo menos importante porque la editorial sabe que es un libro que no va destinado a los aficionados a la lectura. Sus compradores son aquellos que no compran más de dos o tres libros al año y que se dejan influir por la publicidad de cara a hacer los regalos de Navidad. Muy pocos de los compradores leen el libro, y creo que entre las recomendaciones literarias que he recibido en muchos años solo se encuentra una de las novelas ganadora: El jinete polaco.
Sería fácil criticar la nula seriedad de este premio, pero es conveniente recordar que el único fin que guía a la editorial es el comercial y en una sociedad de libre mercado cualquier medio es legítimo para hacer negocio.
Para los que amamos los libros es conveniente recordar que el Planeta no tiene nada que ver con la literatura, y nos queda la opción de no comprar los libros premiados. Es normal que a todos los escritores les guste ganar seiscientos mil euros por una novela, pero es mucho más fácil que eso se produzca jugando a la lotería, al menos sabemos que nuestra número está en el bombo. Con este premio, y otros bien remunerados, no importa que se envíen novelas mejores que la ganadora. El camino para ganar el Planeta es distinto y está fuera de mi alcance.

lunes, 12 de octubre de 2009

El derecho a la ignorancia

Cuando yo iba a la escuela en un pequeño pueblo de La Mancha, durante los últimos años del franquismo, a los chicos no nos gustaba ir a clase, pero no había muchas cosas que hacer y sabíamos que era el único camino para que algunos llegaran hasta el instituto, y con gran fortuna puede que alguno llegara a la universidad. De todos mis compañeros de entonces, sólo uno termino magisterio, mientras yo me quedé en primero de económicas, el resto tuvo que empezar a trabajar muy pronto.
Entonces la educación era un derecho al que no todos tenían acceso, y muchos muchachos de valía no tuvieron la oportunidad de estudiar una carrera por la falta de recursos de sus familias. Debido a esas carencias, muy pronto aprendimos a valorar lo que suponía aprender. Hoy día la situación ha cambiado mucho, casi siempre para bien, y no seré yo el que diga que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero creo que algo no se está haciendo bien desde todos los niveles, políticos, sociales y familiares, cuando muchos jóvenes en la actualidad se toman los estudios como una tortura y consideran que mantenerse ignorantes es un derecho que tienen. Tal vez piensen que todo se aprende en televisión, en los videojuegos o en las redes sociales de internet, y se consideran completamente libres cuando en el fondo están mucho más manipulados que aquellos que formábamos en el patio de la escuela mientras cantábamos el ‘Prietas las filas’ antes de comenzar las clases. Al menos, casi todos aquellos chicos con el tiempo desarrollamos un sentimiento de rebeldía y buscamos otros medios para aprender lo que no nos querían enseñar. Ahora no existe esa inquietud porque esos jóvenes se creen libres, y el objetivo de la mayoría de ellos pasa por hacerse famosos o por ganar dinero con el menor esfuerzo posible. Lo más preocupante es que son millones de jóvenes ambiciosos, en el sentido de poseer, y fácilmente manipulables.
Tristemente, la historia nos ha enseñado que la mayoría de los totalitarismos encontraron fácil acomodo entre aquellas masas que decían actuar en nombre de la libertad.

viernes, 2 de octubre de 2009

El final de una novela

Cuando llevo muchos meses trabajando en una historia y se acerca el momento de llegar al final me siento inquieto. Por mi forma de escribir, parto con una idea de cual va a ser el final, pero el propio desarrollo de la historia y de los personajes en ocasiones me lleva a variar la dirección hasta llegar a un final diferente al que había previsto. Eso no me causa problemas porque es fruto de un largo trabajo que suele superar a la idea inicial.
El problema llega cuando me acerco a las últimas páginas, al momento en el que no es posible dar marcha atrás, y entonces es cuando dudo de todo lo que he hecho previamente. Después de muchas novelas escritas, sé que no se trata de que piense que me haya equivocado, sino de que acabo estableciendo una relación con la propia historia y con los personajes de la que me cuesta desprenderme. Una vez que haya decidido el final corregiré algunos detalles de la historia y haré revisiones técnicas tratando de eliminar los errores que haya en el texto, pero ya estaré fuera de la historia y de los personajes que me han acompañado y que forman parte de mi vida.
En este momento me enfrento al último capítulo de mi nueva novela, y me quedan algunas decisiones por tomar, entre ellas decidir qué final le doy a los dos protagonistas. No es fácil jugar a ser Dios.

viernes, 11 de septiembre de 2009

El gozo de escribir

Muchos de los lectores que empiezan a conocer mi obra se sorprenden al ver todo lo que he escrito, y más cuando se enteran de que empecé a escribir tarde y de que toda mi obra de narrativa y teatro se concentra en los últimos trece años.
Si digo que estoy escribiendo mi decimosegunda novela, que tengo escritas dieciocho obras de teatro y más de veinte cuentos, puede parecer una barbaridad. Mucho más de lo que han escrito la mayoría de los escritores consagrados, aunque yo no tengo la sensación de que se trate de tanto trabajo porque en ningún momento me he sentido cansado de escribir. Es cierto que cuando acabo una obra tengo miedo de quedarme sin ideas, de no ser capaz de escribir nada nuevo, pero por fortuna esa sensación dura poco tiempo, hasta ahora y toco madera.
Ya he dicho otras veces que no soy un escritor vocacional, yo escribo por necesidad, como si se tratara de un ejercicio de terapia para liberarme de los fantasmas de la mente que me harían daño si guardara silencio. Evidentemente, la primera condición para escribir mucho es tener tiempo, y por fortuna yo lo tengo, aunque eso también supone hacer una serie de sacrificios, y uno de los más difíciles es el de vivir solo. La soledad es necesaria para escribir, pero en muchos momentos se convierte en una mala compañera que tiende muchas trampas. No es fácil llevarse bien con ella, pero suele ser muy generosa cuando uno aprende a disfrutar con lo que hace, y en ninguna otra actividad he encontrado más gozo que escribiendo.
Al escribir me siento como un dios. Creo un mundo paralelo, unos personajes que lo habitan y las reglas y conflictos que condicionan sus vidas y que les obligan a tomar una serie de decisiones. En realidad se trata de un juego en el que río, lloro, me emociono y hasta me cabreo, porque una vez que me meto en la historia la vivo como propia.
No tengo consola de videojuegos en casa, no la necesito, este juego me parece mucho más divertido y gracias a mis lectores, y a algunos premios, puedo pasarme media vida jugando. Bastantes de ellos me han dicho que se siente trasportados a otras vidas cuando leen mis libros y que se meten en la piel de los personajes. Creo que ese es el fin principal de la literatura. Sólo cuando se trasmite el gozo al lector, se puede empezar a pensar en las revoluciones que provocan los libros, y que son las más importantes, las que parten del interior de cada persona. Pero el fin de este texto no es hablar de revolución, sino del gozo que produce escribir cuando no hay ataduras que frenen y se tienen historias que contar.

domingo, 30 de agosto de 2009

Volver al cuento

Hacía cuatro años que no escribía un cuento. Fue poco antes de publicar Memorias de un paraguas y otros cuentos, donde agrupé casi toda mi narrativa breve (en Lágrimas de Yaiza también incluyo tres cuentos). Durante este tiempo había tenido algunas ideas que no había llegado a concretar, pero mi prioridad era la novela, y en la carpeta de proyectos se amontonaban sinopsis de no más de cinco líneas de ideas interesantes para desarrollar, aunque al volver a retomarlas me daba cuenta de que no funcionaban.
Yo tengo la teoría, al menos en cuanto a mi propio proceso de creación porque no sé cómo lo hacen otros escritores, de que el cuento no solo es un relato breve a la hora de leerlo, también lo debe ser al escribirlo, y no porque haya que forzarse en terminarlo en pocos días, sino porque la idea debe llegar al ordenador o al papel con la misma fluidez que viaja por la mente. Si eso no ocurre es que algo no va bien.
La otra noche paseaba con unas amigas entre las casetas de la feria de Almagro, cuando al pasar por el puesto de los libros recordé una vieja idea que en su momento no llegué a desarrollar, pero a la que hacía un guiño en un capítulo de mi última novela. Comenté con ellas que años atrás en ese mismo puesto tuve una idea para un cuento, pero no supe escribirlo.
Por la mañana, cuando abrí la tienda y estaba dispuesto a continuar escribiendo la novela en la que llevo varios meses trabajando, volvió a aparecer la idea del cuento, pero había un nuevo detalle que otorgaba un sentido diferente a la historia. Abrí un nuevo archivo con el fin de apuntar aquello que me parecía más relevante, pero no me detuve en la sinopsis, sino que una idea fue enlazando con otra, y pronto me di cuenta de que tenía el cuento completo. He necesitado dos días para acabarlo y revisarlo, y estaba contento al acabar porque no se trataba de un cuento de una noche de verano, sino que había descubierto una vía para seguir trabajando en un libro de cuentos. Ayer terminé otro, el segundo en cuatro días, y apareció la idea para un tercero. Esto no quiere decir que vaya a escribir todos los cuentos de seguido, pero me alegro de volver al cuento después de pensar que se habían exiliado de mi mente. Eso me da confianza en que las ideas para el teatro lleguen para quedarse. Pronto va a hacer cuatro años que terminé mi última obra.

miércoles, 12 de agosto de 2009

Contubernios Líricos

Supongo que los que leen mi blog se preguntarán qué es eso de Contubernios Líricos. Hasta hace pocos días yo también me lo preguntaba. Todo comenzó en mi tienda, como la mayoría de los hermosos encuentros que he tenido últimamente. Hace poco más de un mes un turista me compró algunos de mis libros, y antes de marcharse me preguntó si quería asistir a un encuentro que todos los años hacen en Luarca un conjunto de amigos que tienen inquietudes artísticas y sociales. Yo le dije que sí, y no tanto porque comprendiera de lo que se trataba, como por escaparme unos días de Almagro a principios de agosto.
Durante el viaje de ida a Luarca (casi 800 kms.) tenía muchas dudas porque soy una persona que no me integro con facilidad en grupos donde no conozco a ninguno de los miembros, pero nada más llegar me sentí muy bien acogido y a través de lo que me comentaban comencé a tomar conciencia de lo que eran los contubernios.
A partir de ese momento he vivido cinco días de encuentros de los que dejan poso. Poetas, titiriteros, actores, mimos, magos, cantautores, videoartistas, directores de cine, grafiteros, dramaturgos, ensayistas, profesionales de la radio, profesores y otras personas, no menos interesantes, que no desarrollan actividades artísticas nos hemos reunido en los Contubernios Líricos con el único fin de compartir experiencias y hacer pasar un buen rato a todos los que se acercaran para conocer lo que se estaba haciendo.
La grandeza de este encuentro es que no hay ninguna entidad pública ni privada que lo respalde. Surgió por la capacidad de aglutinar gente que tiene Pedro Gilthoniel, algo que refrenda cada día con su generosidad. Aquel que ha participado un año en los contubernios desea volver para encontrarse con personas que no ve durante el resto del año y que ya son amigos.
En el viaje de vuelta venía escuchando un disco de Marro, otro de los contubérnicos y excelente cantautor, y al escuchar el tema ‘Llueve’ me emocionaba al recordar lo vivido. Ya falta menos para que comiencen los contubernios de 2010, y salvo causa de fuerza mayor, volveré a Luarca para sumarme a ese grupo de personas que trabajan en equipo para apoyar proyectos individuales, y donde los egos se aparcan por unos días porque hay mucho que aprender y disfrutar.

jueves, 30 de julio de 2009

Cámara negra


Cámara negra es el título genérico que le he dado a la colección de teatro que acabo de publicar. En cuatro volúmenes he repartido mis trece obras más representativas, con la excepción de Shylock Gallerie, que está editada por la Kutxa al ser galardonada con el Premio Ciudad de San Sebastián 07. En cierto modo esta obra supone un punto de inflexión en mi carrera teatral. Se puede decir que hay un antes y un después de Shylock Gallerie, aunque este último está por concretar porque llevo tres años sin escribir una obra de teatro, a pesar de que he iniciado varios proyectos, pero noto cierta resistencia interior que me impide continuar. Buena parte de la culpa la tiene mi forma de concebir el teatro. No me conformo con hacer literatura dramática y obtener algún que otro premio con ello. El fin que persigo es que esas obras se puedan representar en los escenarios, algo que parece una quimera tal y como está la producción teatral en España. Supongo que por eso en los últimos años me he centrado mucho más en la novela porque todo el proceso está bajo mi control y la entrego a los lectores tal y como deseo.
Aún así, me daba pena que textos teatrales estuvieran desperdigados y que algunos se perdieran para siempre. Con su publicación en cuatro tomos, al menos quedará constancia de mi manera de concebir el teatro desde que tuve los primeros contactos con la compañía del Corral de Comedias, hasta una supuesta madurez –término que me asusta porque todavía no sé en qué consiste–.
Para mí, el teatro es mucho más directo que la novela a la hora de crear. Cuando surge la idea lleva implícita su desarrollo y final. El trabajo será más o menos complejo, pero forma parte de un todo. Cuando concibo un escenario y los personajes que interpretarán la historia, el terreno queda marcado por unos límites, y tengo que respetarlos si quiero llegar a buen puerto.
El proceso en la novela es muy diferente porque es imposible abarcarla entera cuando se empieza a escribir, al menos yo no lo hago. Suelo decir que una novela es como un préstamo que recibes a través de una idea, y que debes pagar la hipoteca con las páginas que vayas escribiendo, por lo que es importante aplicarse una férrea disciplina para que no llegue un momento en el que seamos insolventes y la historia se nos escape de las manos.
Pero volvamos al teatro. El título genérico de Cámara negra es el más apropiado porque representa la concepción más básica para la representación teatral. Las obras que he incluido son:
Tomo 1: El legado de Julie Newman, Liquidación total, y Manual de erudición para famosos.
Tomo 2: La quimera de Alonso y Sancho, El último paraíso de Cándido, y Puto teatro.
Tomo 3: Terapia, Hasta que la vida nos separe, El último amanecer, y Censura.
Tomo 4: Jubil acción, Se precisa hombre bien dotado para importante labor social, y El interrogatorio.
Si alguien tiene interés en leerlas, ya sabe donde conseguirlas.

lunes, 27 de julio de 2009

El festival se acabó

Después de veinticinco días, el festival de Almagro llega a su final, y se supone que es la hora de hacer balance. Según su director ha sido un éxito rotundo con espectáculos maravillosos y con más del 95% de las entradas vendidas. Sin duda, si fuera cierto, se trataría de algo fantástico para la ciudad y para los que amamos el festival, pero no lo es ni de lejos. Tal y como está organizado el festival es muy fácil cuadrar las estadísticas para que parezca que se han vendido todas las entradas, y no sería difícil demostrar que se ha vendido más del 120% del aforo, bastaría con contabilizar las aportaciones de los patrocinadores como venta de entradas, pero lo que se ha visto día a día no cuadra con lo que se dice en las ruedas de prensa. Los que seguimos el día a día del festival hemos visto el festival con menos ambiente de los últimos años, y una programación que no resulta atractiva. El teatro puede provocar muchas sensaciones: pasión, diversión, ira, vergüenza, gozo. Todas ellas son naturales y provocan controversia, lo que mantiene el teatro vivo. Sólo hay una sensación que no se puede permitir el teatro, la indiferencia. Cuando eso pasa, el teatro se muere porque el espectador se vuelve perezoso y pierde la curiosidad por el trabajo de los actores en el escenario. Y si hubiera que resumir la presente edición, por desgracia habría que decir que ha sido el festival de la indiferencia.
Hace pocos días, Emilio Hernández, el director del festival, dijo que aún faltaba mucho para llegar al techo. Es una de las pocas verdades que ha dicho, y mientras él siga dirigiendo el festival ese techo estará más lejos porque cada año lo hunde un poco más ante la indiferencia de aquellos que deberían velar por la buena salud de un evento que ve perder el merecido prestigio que tuvo en otros tiempos.
Hoy hemos despedido el festival 2009. Es el momento de cantar el ‘pobre de mí’, y esperemos que la próxima edición sea la que devuelva la ilusión perdida. Al menos eso deseamos los que queremos que Almagro vuelva a ser una fiesta de día y de noche, eso sí respetando la siesta que exige el calor sofocante del mes de julio.

lunes, 20 de julio de 2009

El negro en la literatura

Todos hemos oído hablar de los negros en el mundo literario. Es una de las leyendas más extendidas, y como toda leyenda, parte de una base cierta. Cuántas veces hemos oído hablar de ellos. Sin embargo, no hemos conocido a ninguno y se trata de uno de los secretos mejor guardados del mercado editorial.
Bastantes de mis lectores me han dicho que si mis libros los hubieran publicado escritores conocidos se habrían agotado muchas ediciones. Esas palabras las recibo como un halago, pero el mercado editorial no vive de alabanzas y no se pueden repartir las ventas entre muchos autores porque no se puede permitir que el negocio quede en manos del azar. Hay que cuidar a los escritores estrella por los muchos beneficios que generan, y eso conlleva que tengan que incrementar su producción literaria para satisfacer la demanda.
El proceso creativo de los escritores no funciona como una fabrica, en la que si se invierte en material y se contrata más personal la producción aumenta. Es cierto que muchos escritores famosos tienen un equipo de gente detrás que facilitan su trabajo, y no sabemos el peso real que tienen en el proceso creativo. En estos casos se puede hacer un paralelismo a la labor que realizan los investigadores. El reconocimiento se los lleva el director del proyecto, pero detrás hay un equipo de científicos que realizan la mayor parte del trabajo.
Yo entiendo que el hecho artístico es otra cosa y que el creador debe realizar todo el proceso. No concibo que un gran actor de teatro sólo salga a escena a decir los textos más brillantes mientras deja los otros para un ayudante.
He hecho este largo preámbulo para decir que ayer conocí a un negro literario. Lo bueno que tiene ser escritor y tener tu propia tienda en un lugar tan concurrido como la plaza de Almagro es que propicia encuentros muy interesantes. Ayer entró un hombre en la tienda. Después de hojear algunos de mis libros, eligió dos de ellos, e hizo un comentario sobre Lágrimas de Yaiza que me sorprendió y que podría responder a que se estuviera marcando un farol o a que sabía más de lo que parecía. Ni siquiera me pidió que se los firmara. Entonces le pregunté cuál era su relación con la literatura, y admitió que era negro. Todo lo que escribe aparece firmado por escritores famosos, y no podía decirme su nombre ni el de los escritores y editoriales para los que trabaja.
Cuando se fue, me quedé pensado en aquella breve charla, y no porque me sorprendiera lo que escuché porque hace bastante tiempo que me di cuenta de que había demasiadas cosas que no me cuadraban en el mercado literario, aunque supongo que esto no es nuevo y que la compraventa de historias es un negocio legal en el que todos salen beneficiados, siempre y cuando el lector nunca sepa que el escritor que tanto admira no tenía tiempo ni ideas para escribir personalmente todos los libros que ha comprado.
Trato de imaginar cómo sería mi vida si las novelas que escribo llegaran a las librerías firmadas por autores famosos. Supongo que en lo económico sería más desahogada, y hasta puede que estuviera orgulloso del éxito que alcanzara mi obra. Al fin y al cabo el ego también tiene un precio, y esos escritores anónimos deben cobrar mucho más que si los libros aparecieran con su propia firma, aparte de que no corren peligro de quemar su imagen ni tienen que soportar los compromisos que conlleva la fama. Ellos no escriben para enganchar a millones de lectores, lo hacen para complacer a un puñado de escritores y editoriales que necesitan de la materia prima que mantiene vivo el negocio.
Me temo que con diez novelas ya publicadas no puedo buscar trabajo como escritor negro, aunque puede que se trate de un buen tema para escribir una novela.
Si el hombre que estuvo en mi tienda me mintió, puede que lo escrito en esta entrada sólo sean elucubraciones de una mente calenturienta, pero si lo que dijo es cierto es necesario hacer una profunda reflexión sobre los libros que leemos.

martes, 14 de julio de 2009

Graznarín el Trovador


Las aventuras del ilustre caballero Graznarín el Trovador y de su escudero pendenciero, fue mi tercera novela, aunque cuando comencé a escribirla no la concebí como novela. La escribí entre el otoño del 96 y la primavera del 97. Era una época en la que me encontraba en el paro tras pasar trece años como fotógrafo publicitario en una productora que dejó de confiar en mi trabajo. Entonces intentaba abrirme camino como escritor, y quería centrarme en los guiones de cine al considerar que la novela era un reto demasiado grande para alguien que nunca había tenido vocación literaria.
Recuerdo que fui a Almagro para pasar unos días en casa de unos amigos actores durante el festival de teatro clásico. Mis anfitriones colaboraban con una emisora de radio y se habían propuesto hacerle una entrevista al nuevo presidente del gobierno que acudió a Almagro para inaugurar el festival, pero no pudieron acercarse a él a causa de las férreas medidas de seguridad. Entonces les propuse escribir una entrevista con un hipotético presidente y su ministra de cultura. En su casa tenía a mi disposición a dos actrices y dos actores para grabar sobre la marcha lo que iba escribiendo con mi ilegible caligrafía en las hojas de un cuaderno. En menos de una hora estaba el trabajo hecho. Cuando se emitió al día siguiente, se bloqueó la centralita de la emisora. A algunos les había encantado mientras otros nos llamaban sinvergüenzas, pero la esperpéntica entrevista tuvo que emitirse varias veces.
Después de aquella experiencia, comencé a plantearme escribir una sátira política sobre el vertiginoso ascenso de un joven aspirante a político que llega a cumplir su sueño de ser presidente de gobierno. Durante varios meses trabajé en la historia. Luego la mandé a varias editoriales y no me respondieron. Finalmente, la dejé aparcada porque otros proyectos me parecían prioritarios. Con el cambio de panorama político pensé que la historia perdía su sentido, pero a veces la realidad acaba siendo más esperpéntica que la ficción, y trece años después de escribirla he decidido publicarla. Podría haberle añadido nuevos capítulos o reformar lo que había escrito, pero no he querido hacerlo porque no lo habría hecho con el mismo entusiasmo que la escribí en su momento.
Ahora ofrezco a mis lectores esta moderna novela de caballerías, escrita con un lenguaje un tanto barroco, sabiendo que se van a encontrar ante algo inclasificable y muy diferente al resto de mi obra. Confío en que aquellos que se atrevan a leerla se rían con esta mirada sarcástica y nada fidedigna a un periodo muy peculiar de la historia de España.

viernes, 3 de julio de 2009

Festival de Almagro

Un nuevo año comienza el Festival de Teatro Clásico de Almagro y durante veinticinco calurosos días la ciudad debería convertirse en una referencia ineludible del teatro internacional, y digo debería porque desde hace unos años el festival no solo parece estancado, hay muchos que consideramos que el modelo actual está caducado y es necesario hacer profundos cambios tanto en la dirección como en la programación. Este año queda la excusa de agarrarse a la crisis y al ajuste presupuestario, pero creo que eso no justifica que la programación parezca de saldo y que la inauguración haya sido la más floja que recuerdo.
De todas formas lo más importante del festival sigue siendo el ambiente nocturno de la ciudad cuando terminan las representaciones y la gente se agolpa en las terrazas o en los bares de copas hasta altas horas de la madrugada, y donde el público y los actores de las compañías confraternizan. Eso es lo que hace diferente a Almagro. El teatro al fin y al cabo es el pretexto para pasarlo bien, aunque se disfruta más cuando previamente se ha visto una buena representación.
El mes de julio en Almagro implica calor, tertulias metateatrales entre cañas, largas siestas hasta que el sol permite salir a la calle, y extensas veladas hasta que llega el alba. Los más afortunados tendrán el recuerdo de una hermosa representación. Para los otros quedará la resaca, que no solo pondrá fin a los excesos de la noche, también borrará aquello que no haya sido grato; y cuando llegue la hora del aperitivo, saldrán a la calle con los ojos medio cerrados tras unas gafas oscuras, con la lengua como si fuera una lija y con los restos de una jaqueca que la aspirina no ha terminado de borrar, pero aún así estarán convencidos del ambientazo que hay en el festival, y de que la noche siguiente estarán en el bando de los afortunados.
¡Que la crisis no pare la fiesta del teatro en Almagro!

jueves, 25 de junio de 2009

Las musas

Siempre que se habla de la inspiración en cualquier actividad artística, aparecen las musas, como si partiendo de la nada apareciera una idea brillante que permitiera crear un cuadro o una novela.
Yo entiendo las musas de una manera un tanto diferente. No las asocio a la inspiración, a lo que genera un proyecto, sino que son esenciales a la hora de concretarlo.
Sigo sin saber que es la inspiración, por qué surge una idea diferente al resto que hace de espoleta en el interior del cerebro hasta que se desencadena una auténtica revolución. Cuando me surge la idea para una novela tengo que buscar a los protagonistas que me ayuden a concretarla, y ahí es donde aparecen las musas. Yo necesito poner imagen a esos protagonistas, y para ello me sirvo de personas reales, aunque raramente los implicados lo llegan a saber porque no suelo hacer descripciones de los personajes, ni lo que ocurre en la historia tiene que ver con la vida real de esas personas, pero considero muy importante contar con una referencia física para esos personajes.
También es cierto que algunas musas permanecen durante bastante tiempo a pesar de que las historias cambien, y en mi caso también ha ocurrido, pero ninguna musa es eterna porque se corre el riesgo de llegar a la obsesión, convirtiéndose en un lastre en lugar de un incentivo para crear.
Yo no me puedo quejar de mis musas, siempre han sido generosas y contribuyen a que mi trabajo creativo sea mucho más grato. Al igual que las ideas, aparecen cuando menos se espera, y hay que estar atento para descubrirlas porque a las musas no les gusta exhibirse, todo lo contrario, el misterio es lo que las convierte en tan sugerentes.

sábado, 20 de junio de 2009

El derecho a la excomunión

Para la iglesia católica, la excomunión es uno de los castigos más graves que pueden imponer a sus fieles, sobre todo desde que la Inquisición dejó de actuar con sus métodos contundentes, algo que muchos prelados parecen echar de menos. Entiendo que los obispos, como miembros de una sociedad democrática tienen derecho a expresar su opinión, como los fontaneros, médicos, modistas o toreros, pero de ahí a pensar que su opinión tiene que ser vinculante para toda la sociedad media un abismo. Con la nueva ley del aborto se podrá estar en acuerdo o desacuerdo, cada uno tenemos nuestra conciencia y me parece justo que haya soluciones a los problemas que se puedan plantear a aquellas mujeres que se queden embarazadas sin desearlo. Nadie aborta por gusto, y es una decisión muy difícil de tomar para cualquier mujer. En cuanto a hablar del aborto como crimen, considero que andan muy equivocados los señores obispos. Crímenes son los muchos casos de pederastia que se han cometido en hospicios contra niños indefensos por miembros del clero, pero en esos casos, la conferencia episcopal no sólo no se pronuncia, sino que pone todo su empeño en que no trasciendan a la opinión pública.
Equiparar el aborto con un crimen me parece cuando menos temerario, porque si se habla de que la vida existe en el momento de la concepción, por qué no considerar los espermatozoides y los óvulos como generadores de vida, y por lo tanto, su no aprovechamiento para la procreación como un crimen. En ese caso, hasta los señores obispos serían unos criminales por no haber contribuido al crecimiento de la especie humana, a no ser que a través de alguna bula los miembros del clero estén exentos de producir semen.
Y por último, una reflexión por la que espero que me sea concedida la excomunión, puesto que estoy bautizado e hice la comunión, actos de los que no me pude librar al no tener uso de razón. Yo pienso que si los hombres se quedaran embarazados (incluidos los obispos), el aborto sería un sacramento.
Espero que la iglesia católica tenga a bien enviarme la notificación de la excomunión y me den de baja como uno de sus fieles.

sábado, 13 de junio de 2009

Final de temporada

La temporada de primavera en el Corral de Comedias de Almagro acaba después de más de cien representaciones. Ahora llega una de las épocas del año en que puedo cogerme unos días libres, aunque tengo amigos que dicen que trabajo cuatro días al año y el resto estoy de vacaciones. Si dedicar casi todas las horas del día a cultivar aquello que más te gusta es estar de vacaciones, admito que soy un privilegiado porque disfruto escribiendo, y hasta los viajes que hago los considero de trabajo porque siempre acaban aportando algo nuevo a mis historias.
Para esta ocasión he elegido la Costa Brava, en la que estuve hace muchos años para hacer una foto publicitaria de un coche al amanecer, uno de esos disparates propios de la publicidad que nunca llegué a comprender, pero que me vinieron muy bien para hacer viajes que no me podía permitir con mis escasos recursos.
Esta vez también voy a hacer fotos, pero las que me gusten porque la fotografía se ha convertido en una herramienta muy útil para escribir. Tampoco soy de los que viajan con la cámara delante del ojo, como muchos turistas que en su afán de captarlo todo se pierden lo esencial, la capacidad de disfrutar con lo que se tiene delante.
Son pocos días los que estaré fuera, pero los suficientes para regresar a Almagro en vísperas de que empiece el Festival Internacional de Teatro Clásico, que es la época del año donde hay más gente y vendo más libros, aparte de que retomaré mi nueva novela con ilusión después de dejarla aparcada durante más de un mes para revisar, maquetar y diseñar los nuevos libros que he dejado en imprenta, y que son nada menos que seis: una recopilación de casi todas mis obras teatrales en cuatro volúmenes; una novela que escribí hace doce años y que se trata de una sátira política, contada como novela de caballerías, sobre el ascenso y llegada al poder de un gobernante que con sus acciones posteriores superó el esperpento que cuento en mi historia. El último de los libros es la novela en la que he trabajado los últimos años y en la que he puesto todo lo que sé. Espero tener todos los libros a principios de julio, pero antes intentaré disfrutar de la Costa Brava más agreste.

jueves, 28 de mayo de 2009

Carta de una editorial

Ayer recibí carta de una editorial a la que había mandado mi novela Las manos prestadas a finales de diciembre. Cuando la envié, sabía la respuesta que iba a recibir porque durante varios años me llegaron más de veinte cartas de distintas editoriales rechazando mis libros porque no encajaban en su línea editorial. Algunas incluían la apostilla de que la historia de la literatura está llena de grandes errores editoriales, lo cual no era necesario que dijeran porque es obvio, aunque suena a recochineo cuando uno tiene ilusión por ver su obra publicada.
A lo largo de más de cinco años, y tras el rechazo recibido por La futura memoria, Y el pirata creó el mar, 4 hilos…, y Papel carbón (ganadora esta última del Premio Río Manzanares de novela poco después), no mandé manuscritos a las editoriales porque me molestaba que alguien juzgara mis libros leyendo un máximo de diez páginas.
Durante este tiempo me he mantenido al margen del sistema publicando y vendiendo mis libros, y no me ha ido mal porque he tenido la fortuna de encontrar lectores que se han enfrentado a mis libros de una forma muy diferente a la de los empleados de las editoriales, y con lo que he vendido y los premios obtenidos puedo embarcarme en nuevos proyectos.
El hecho de volver a intentarlo no se debió a que pensara que las condiciones habían cambiado, pero siempre me quedó la sensación de que había enviado las otras novelas demasiado pronto, sin haberles hecho la última revisión. Con Las manos prestadas me había concedido el tiempo necesario para tener el texto definitivo y, aunque parezca pretencioso, sabía que reúne la calidad suficiente para ser publicada en cualquier editorial. Así que decidí volver a tantear el mercado enviándola a un par de editoriales de prestigio, una de las cuales ni se ha dignado en responder.
Ni que decir tiene que la carta no cambia mis planes de publicarla, de hecho ya tengo el diseño de la portada y la maquetación. Para lo que me ha servido ha sido para ratificar la impresión que tenía de que mi carrera literaria debe seguir unos cauces diferentes a los que imponen las multinacionales de la cultura. Tal vez se le pueda llamar literatura sostenible porque el fin no es que otros se enriquezcan con lo que escribo, sino que yo pueda seguir disfrutando con lo que amo y que aquellos que se atrevan a leerlo se conviertan en mis accionistas.
Lo que sí tengo claro es que jamás volveré a enviar mis textos a las editoriales. Mi orgullo y el respeto a los lectores que me piden que siga adelante con Baobab Ediciones me lo impiden.

martes, 26 de mayo de 2009

Teatro en el Corral de Comedias


Ya he contado otras veces que el Corral de Comedias de Almagro es muy importante en mi vida desde hace doce años, cuando abandoné Madrid y me trasladé a la capital de Campo de Calatrava para emprender una nueva vida. De hecho yo nací en un patio de comedias de un pueblo cercano que en la actualidad se está reconstruyendo, y en el que no se conserva nada del original.
El Festival Internacional de Teatro Clásico se hace en Almagro gracias al Corral de Comedias. Es el espacio clave de cara a los visitantes, aunque no es el mejor utilizado durante el mes de julio, a lo sumo quince representaciones de cuatro espectáculos no siempre bien elegidos.
Durante el resto del año, el Corral tiene mucha más actividad y en la primavera llega a ser frenética porque se realizan cerca de cien representaciones entre el uno de marzo y el 20 de Junio, todos ellas a cargo de la compañía a la que pertenezco y gracias a la que he podido desarrollar mi carrera de escritor con menos apuros de los que imaginaba cuando me trasladé a Almagro.
La actividad que la compañía da al Corral de Comedias tiene tres vertientes. Por un lado está la programación de temporada que consiste en una representación todos los sábados de primavera y otoño, y en la que se van rotando nueve obras diferentes. Otra vía es la campaña de teatro clásico para estudiantes y que se ha convertido en un referente para muchos centros docentes de España. Este año se compone de 72 representaciones, de las que nos quedan once, y por las que pasarán más de veinte mil estudiantes y mil profesores, siempre con el Corral lleno. La tercera vía son las funciones privadas que algunas entidades contratan y que están enmarcadas en congresos profesionales o actividades universitarias.
Mi labor durante esas representaciones es la de encargado de sala. Tengo que velar para que todo esté en orden y recibir a los colegios o grupos que han contratado las funciones. Durante las funciones de temporada las entradas se compran en mi tienda o se canjean las que se han adquirido a través de Internet. Antes también viajaba como técnico de la compañía cuando hacíamos representaciones fuera de Almagro, pero hace dos años que dejé de hacerlo porque quería disponer de más tiempo para escribir, y la compañía cuenta con dos técnicos muy competentes que están mejor preparados que yo para esa labor.
No sé hasta dónde llegará mi carrera literaria ni las novelas y obras de teatro que llegaré a escribir, pero tengo la certeza de que el camino hubiera sido mucho más difícil si un día no me hubiera integrado en la compañía del Corral de Comedias de Almagro.

domingo, 3 de mayo de 2009

La revolución pendiente en la literatura II

La revolución pendiente consiste en que los escritores asuman todo el proceso que sigue su obra desde la creación hasta que se entrega al lector. Esta opción tiene mala reputación porque se cree que es el último recurso que tienen los escritores mediocres para difundir su obra. Por otra parte, el mercado literario no puede consentir que una parte de su negocio vaya a parar a los guerrilleros de las letras que no aceptan sus condiciones.
Hasta hace poco tiempo, plantearse la posibilidad de editar y vender la propia obra era un suicidio porque había que asumir una cuantiosa inversión para hacer una tirada mínima de mil ejemplares con el fin de que el precio de venta por ejemplar pudiera ser competitivo. A eso se añadía el tener pelearse con la imprenta si el acabado no era como esperábamos, buscar un sitio para almacenar los libros y librerías para venderlos. Por lo general, los escritores solemos ser malos vendedores, al menos yo lo soy, y jamás se me ocurre acercarme a un posible comprador para ofrecerle mis libros, y eso que ya llevo más de cuatro años en mi tienda.
En la actualidad existen medios que permiten asumir la autoedición y distribución asumiendo menos riesgo. Se pueden hacer tiradas cortas a precios razonables y reeditar en pocos días, aparte de que internet ofrece mayores posibilidades para darse a conocer. Es muy importante que el escritor que siga este camino tenga asumido que se trata de una carrera de fondo donde es imprescindible la paciencia porque no existen los milagros que lleven a vender miles de ejemplares en poco tiempo. Con esta opción los lectores se ganan uno a uno, pero si lo que ofrecemos es bueno la gente responderá, y sobre todo hay una sensación que no tiene precio: el escritor es el responsable absoluto de lo que entrega a los lectores. Decide lo que escribe, sin tener que acoplarse a las modas que imponen las editoriales: lo publica cuando desea con el diseño y maquetación que más le gusta; y sabe que si su obra se vende, los beneficios serán para él. Hay quien piensa que la calidad literaria de estos libros es inferior porque se puede publicar cualquier cosa que se escriba y sin que esté revisada con un sentido autocrítico. Yo pienso que cuando es el escritor el que invierte en su propia obra pone mucho más cuidado a la hora de entrar en imprenta porque se está jugando su dinero y hasta su futuro como escritor, aunque eso no evita que se publiquen libros nefastos, como también lo hacen las editoriales con obras de autores consagrados.
Después de bastantes años de experiencia en autoedición, se que lo más complejo es ganarse la confianza del lector, y eso nunca se podrá hacer si no se tiene confianza en el propio trabajo. Si uno se siente inferior a los escritores consagrados lo va a pasar mal, casi tanto como si va de prepotente y alardea de su trabajo como si fuera un genio. Cuando alguien se interesa en alguno de mis libros, suelo decir que pongo todo lo que sé en cada historia y que juzguen por lo que les trasmita lo que lean. Cada novela es autónoma y mientras se lee no importa quién la haya escrito, lo que cuenta son las emociones que provoque. Todos los escritores tenemos a nuestra disposición las mismas herramientas: las palabras, y lo que separa una buena novela de una mala es el orden en que se colocan.
Tengo la fortuna de contar con lectores bastantes cultos que no se dejan condicionar por los libros que más se promocionan, y no lo digo por marcarme un farol. Si no tuvieran curiosidad por conocer nuevas historias, no se gastarían su dinero comprando libros de un desconocido que cuestan lo mismo que un best seller. Esas personas no tienen ninguna obligación conmigo porque no me conocían previamente y probablemente no me volverán a ver, pero muchos de ellos se han puesto en contacto para contarme lo que les trasmiten mis novelas, y ninguno de ellos me ha dicho que están bien para ser de un desconocido, sino que las sitúan muy por encima de la mayoría de los grandes éxitos editoriales.
La música y la pintura llevan ventaja a la literatura en su carrera por eliminar a los intermediarios que se enriquecen con el talento ajeno. El caso de la música era muy parecido a la literatura hasta que comenzó a piratearse y a descargarse a través de Internet. Entonces algunos músicos reconocidos comenzaron a desvincularse de las discográficas y crearon sus propios sellos. El caso de la pintura es diferente porque hay menos pasos intermedios, pero las condiciones que los galeristas imponen a los artistas son mucho más duras. De ahí que muchos pintores hayan decidido ir por libre o agruparse en cooperativas para ofrecer su obra a los compradores.
Creo que todavía falta tiempo para que se dignifique la autoedición, y puede que sea necesario que algunos escritores prestigiosos se desvinculen de las editoriales y asuman las riendas de su obra, aunque eso supone un riesgo porque con el tiempo cada escritor estaría en el lugar que merece por lo que ha escrito, y muchos que ahora son famosos serían rápidamente olvidados.
Nadie sabe lo que pasará en el futuro, pero es indudable que el mercado literario será muy diferente, y a cada uno de los que vivimos de la literatura nos corresponde buscar nuestro sitio.

sábado, 2 de mayo de 2009

La revolución pendiente en la literatura I

Siempre se ha dicho que los libros han provocado revoluciones. Creo que es algo que no se puede rebatir, y que no se podría hablar de civilización sin la literatura. Todas esas revoluciones se han hecho desde los libros hacia la sociedad, pero nunca se han hecho desde el libro hacia el escritor. En esta época de globalización agonizante, el papel de escritor es meramente simbólico dentro de un negocio editorial que está desesperado. Es cierto que bastantes autores gozan de prestigio y tienen notoriedad en los medios de comunicación, pero solo suponen un pequeño eslabón en la cadena de producción. Los editores dicen que el mercado impone sus leyes y los escritores deben aceptarlas como corderos obedientes porque se supone que son felices por el mero hecho de escribir y vivir de ello.
El escritor es imprescindible a la hora de crear la materia prima de la que se nutre la industria, pero lo que percibe por ello es insignificante en comparación con lo que genera su obra. En cierto modo se puede comparar con aquellos agricultores que tienen que vender sus productos al precio que imponen los intermediarios si quieren dar salida a la cosecha, a pesar de que luego lleguen a los consumidores habiendo multiplicado su precio. Pasemos a ver cómo se reparte lo que genera un libro. Supongamos que tenemos un libro de 300 págs. cuyo precio de venta es 15 €. La mitad de ese dinero va a la producción y el resto a la distribución, y de ésta, el librero se lleva 4,5 € y el distribuidor 3. En el capítulo de la producción se incluye la imprenta, cuyo precio varía en función de la tirada, pero estará alrededor de 3 €. En cuanto al diseño de la portada y la maquetación pongamos 0,20 €. La editorial percibe 2,80 €, y en ello va incluido lo que se dedica a promoción de la obra. Finalmente llegamos al escritor, que en el mejor de los casos percibirá 1,5 €, aunque a esto habría que quitarle el porcentaje que se lleva la agencia literaria que lo represente (si no se tiene agente es muy difícil encontrar editor). Así que un escritor puede ganar 1,20 € menos los impuestos por cada 15 que generan sus ideas. Teniendo en cuenta que el trabajo necesario para escribir una novela de 300 págs. es de un año a jornada completa y sin vacaciones pagadas (por lo general suele ser bastante más), sería necesario vender un mínimo de veinticinco mil ejemplares para considerar que su trabajo está medianamente pagado. De más está decir que la inmensa mayoría de los libros no llegan a esas ventas, lo que explica por qué muchos escritores tienen que recurrir a otros trabajos para subsistir.
Supongo que aquellos autores que venden cientos de miles de ejemplares no se preocuparán por esto porque las editoriales les conceden todos los caprichos para que estén contentos (incluidos otros escritores a sueldo para que le ahorren trabajo), siempre y cuando den suculentos beneficios y permanezcan fieles al sistema. Mientras tanto, otros muchos escritores se lamentan de la situación de esclavitud que soportan, pero no se atreven a dar un paso adelante por temor a que los dejen fueran.
Al margen de esta dinámica conservadora, se está gestando una auténtica revolución literaria, que de momento es muy poco conocida porque no se le da cobertura desde los medios de comunicación, y que tiene mucho que ver con lo que se denomina comercio justo porque se eliminan los intermediarios. Entre estos escritores no incluyo a aquellos que cuelgan sus libros en portales literarios con el sistema de impresión bajo demanda confiando en que tengan un golpe de fortuna y los editores se fijen en su obra. También es cierto que algunos de ellos terminan por conocer la situación y sacan el coraje suficiente para dar un paso adelante.

sábado, 18 de abril de 2009

La música que me inspira

Varias veces me han preguntado qué música escuchó cuando escribo. Reconozco que no estoy al tanto de las novedades musicales e ignoro lo que está de moda. Mis gustos musicales son variados, aunque a la hora de escribir suelo manejarme con un conjunto limitado de temas con los que me siento muy cómodo porque forman parte de la banda sonora de mis novelas. Para ser sincero, las canciones de Tom Waits suponen más del cincuenta por ciento de lo que escucho cuando escribo. Creo que tengo todos sus discos, comprados porque cuando algo me gusta quiero el original y que el autor perciba sus derechos.
Mi fascinación por Tom Waits comenzó cuando vi la película Leolo, donde dos de sus temas formaban parte de la banda sonora. Mi interés por conseguir Cold cold ground, me llevó a comprar todos los discos suyos que veía. Al escuchar cada disco por primera vez, me sonaba extraño y no me aprendía el titulo de las canciones, pero poco a poco se iban convirtiendo en imprescindibles. Cuando conseguí Franks wild years, lo escuché absolutamente emocionado, y no solo porque se incluyeran los dos temas de Leolo, también había canciones que formaban parte de películas que amaba como Smoke o Down by law.
Si tuviera que definir la música de Tom Waits, diría que es el hombre que le pone música a los sueños. Cuando me siento a escribir notó que mi mente vuela sin ataduras al escuchar sus canciones.

jueves, 16 de abril de 2009

El fin de la imprenta tradicional

La semana pasada recibí los ejemplares de mi novela «La soledad y una voz», que como ya conté, se trata de la primera vez que he recurrido a la impresión digital para publicar un libro. Antes de recibirlo tenía mucho temor de que el acabado no estuviera a la altura de lo que imaginaba, entre otras cosas porque yo hice el diseño y la maquetación, porque los archivos los envié por Internet y porque mi único contacto con la imprenta fue a través de una agente comercial, y yo no conocía otros trabajos que hubieran realizado.
Cuando vi el resultado final sentí que se me quitaba un peso de encima. El acabado es igual que el de la imprenta tradicional, con la diferencia de unos plazos de ejecución muchos más cortos. Desde que acepté el presupuesto y envié los archivos hasta que recibí los libros pasaron nueve días. Aunque la principal ventaja radica en el precio. Con la imprenta offset hay unos costes iniciales muy altos porque se ha de hacer la filmación de los fotolitos y el montaje de estos antes de entrar en máquinas, por lo que es necesario hacer tiradas largas para que el precio por ejemplar pueda ser competitivo, lo que por otra parte causa un problema de almacenamiento porque no todo el mundo dispone de espacio para almacenar cincuenta cajas de libros, ni de un mínimo de cuatro mil euros para editarlos. Con la impresión digital el coste por ejemplar es el mismo si se hacen diez libros que trescientos, por lo que podemos hacer la tirada en función de los ejemplares que vayamos a vender, y si se da bien, con una llamada de teléfono ordenamos una nueva edición que recibiremos en pocos días. Es lo que se llama impresión bajo demanda, y bajo esta idea están apareciendo gran cantidad de editoriales que tratan de captar a todo aquel que quiere ver su obra editada. Yo me he saltado a las supuestas editoriales y he acudido directamente a su proveedor: la imprenta.
Después de esta experiencia, creo que la imprenta tradicional, al igual que la fotografía analógica en su momento, empieza a tener los días contados, sobre todo en lo relacionado con la edición de libros.

martes, 31 de marzo de 2009

Fantasmas del pasado

El ayuntamiento de Almagro luce hoy este aspecto. Por fortuna se trata del decorado de una película que está rodando Emilio Aragón, también conocido por Milikito, sobre la historia de su abuelo. A pesar de saber que era un decorado, esta mañana, cuando llegué a la plaza para abrir mi tienda, no pude evitar sobrecogerme al encontrarme frente a los pendones de la falange. Era como si el pasado más angustioso regresara de repente, y eso hiciera que ciertos temas que parecen trascendentes perdieran entidad ante una amenaza superior. Creo que es bueno no olvidarse del pasado aunque creamos que ya está superado y que no se volverá a repetir. Todo movimiento fascista nace con la manipulación de la información y con la siembra de la discordia que acaba enfrentando a la población. Reconozco que no soy experto en ese tema, pero sé que la iglesia católica lleva siglos de ventaja en su aplicación y no les ha ido mal.
Supongo que mañana se quitarán los símbolos opresores del ayuntamiento de Almagro, pero la inquietud tarda más en desaparecer porque los que siembran la discordia no descansan.

domingo, 29 de marzo de 2009

La soledad y una voz


Este es el libro que estoy a punto de publicar, aunque no es el último que he escrito. En realidad es mi segunda novela, y al igual que en «La futura memoria» partí de un guión de cine previo, escrito en 1996, que posteriormente decidí trasformar en novela. La historia se desarrolla en un día, en las horas previas a que se produzca el cambio de milenio. Se trata de una novela coral donde los personajes se encuentran unidos a través de la voz de Zenón de Alejandría, el locutor de una pequeña emisora de radio que hace un programa para aquellos solitarios que no tienen planes para celebrar una fecha tan importante.
Durante muchos años he pensado que esta novela estaba destinada a languidecer en un archivo del ordenador o a que la leyeran mis incondicionales en fotocopias. Otros proyectos tenían prioridad y no podía asumir la inversión necesaria para publicarla. Con el desarrollo de la impresión digital sin fotolitos se abren nuevas posibilidades para los que no queremos hipotecarnos en grandes tiradas y no confiamos en empresas de edición bajo demanda como Bubok o Lulu. Durante un mes he revisado el texto en busca de errores, aunque no he querido alterar la historia porque corresponde a una época de mi vida muy diferente a la actual y hoy no la escribiría igual que entonces.
Lo que sí hago por primera vez en uno de mis libros es el diseño de la portada y la maquetación. Es un paso más en el proceso de controlar toda mi obra, desde que nace la idea hasta que entrego el libro a los lectores. En pocos días tendré el libro en mis manos y sabré si he elegido la imprenta adecuada para emprender nuevos proyectos editoriales. En cuanto a «La soledad y una voz», corresponderá a los lectores decidir si la novela merece una larga vida, o si debería seguir durmiendo el sueño de los justos.

domingo, 22 de marzo de 2009

Y el pirata creó el mar

Pronto va a hacer siete años desde que publiqué esta novela. Por entonces la había mandado a unos quince premios literarios y a bastantes editoriales, encontrándome con el silencio de los primeros y una respuesta ambigua de las segundas que daba a entender que no habían leído ni cinco páginas. Cansado de esperar una respuesta alentadora, decidí invertir los ahorros que tenía en publicarla porque tenía una confianza ciega en esa historia. Casi mil ejemplares he vendido de esa novela, una cantidad ridícula si se compara con las ventas de ciertos autores, pero creo que no está mal para haberlo hecho en mi pequeña tienda y sin contar con la menor promoción. Sin duda, lo más alentador ha sido la respuesta de los lectores. La mayoría se han puesto en contacto conmigo después de leerla, y muchos la guardan con cariño como una de las joyas de su biblioteca. Desde estudiantes de doce años, hasta políticos, profesores, arquitectos o médicos se han dejado seducir por las aventuras de esos piratas de secano llamados Francisco Jadraque y Sinfo Piélago que encontraron el mar donde el resto veía barbechos y se pusieron a construir su propio galeón. Bastantes de esos lectores me han preguntado qué hacía yo escribiendo en una pequeña tienda cuando con un poco de promoción ese libro habría agotado muchas ediciones. Yo les digo que ya no quiero consumir mi tiempo mendigando una oportunidad con las grandes editoriales porque la vida es corta para pasársela cabreado con el sistema. En el fondo soy más libre que la mayoría de los escritores y no tengo la urgencia de que mis libros obtengan grandes beneficios a corto plazo cuando poco a poco los voy amortizando y puedo vivir de lo que amo. A todos nos gusta que nuestro trabajo sea reconocido, y por fortuna, y aunque sea a pequeña escala, es algo que estoy consiguiendo con todos los libros que he publicado. El que pudiera vender cientos de miles de libros no significaría que fuera mejor escritor, me restaría libertad y tiempo para crear, y en el fondo yo percibiría una pequeña parte de ese negocio, mientras se enriquecerían los de siempre, los intermediarios de la literatura.

martes, 10 de marzo de 2009

Gran Torino

Ayer estuve viendo la última película de Clint Eatswood, la que puede suponer su despedida como actor, como él ha declarado. Admito que a diferencia de otros directores y actores, mi interés por este cineasta no comenzó hasta que vi «Los puentes de Madison», y en una primera visión sólo me impresionó su final, que se puede incluir entre los más bellos de la historia del cine. Desde entonces he visto casi todas sus películas, y en cada una de ellas salía del cine con la impresión de que estaba ante un maestro que no dejaba de crecer con el paso de los años. Los grandes clásicos del cine tuvieron una fase de aprendizaje, otra de madurez donde alcanzaron sus mejores trabajos y una última de cierto declive, quizás porque no se supieron adaptar a otras formas de trabajo. Con Clint Eatswood la impresión es diferente, y cuando salgo del cine tengo la sensación de que todavía es capaz de superarse, y de que es el director más moderno que existe porque no hace la mínima concesión al efectismo. Él tiene una historia que contar y lo hace de la forma más directa posible, sin pensar en lo que pueda gustar al público.
Mientras veía Gran Torino, tuve la sensación de que estaba asistiendo al testamento cinematográfico del director que tomó el relevo de Billy Wilder y Kurosawa, y que a diferencia de estos, también ha sabido estar delante de la cámara con su gesto hierático de tipo duro que, alejándose de la sensiblería, es capaz de conmover y de provocar que broten las lágrimas en la última escena que interpreta y que supone una despedida grandiosa como actor.
Espero con ilusión que pueda dirigir más películas, pero si no vuelve a actuar, Clint Eatswood habrá dejado un epílogo imborrable para todos aquellos que amamos el cine.

sábado, 28 de febrero de 2009

Ventajas de la autoedición

Muchos escritores noveles piensan que sus problemas terminan cuando encuentran un editor que publique su obra. Nada más lejos de la realidad. Para aquellos que se conforman con tener un libro con su nombre puede que sea suficiente, pero la alegría inicial de los que han elegido la literatura como trabajo no tardará en tornarse en frustración, en la mayoría de los casos. Cuando se firma un contrato con una editorial, el autor entrega los derechos de su obra durante treinta años a cambio de percibir entre el 8 y el 10% de las ventas. Ni que decir tiene que la editorial no va a invertir en promocionar el libro, salvo en casos contados, por lo que las ventas no llegan ni de lejos a los cálculos más optimistas. En este caso nos encontramos con que el autor percibirá menos de mil euros por su obra, no la puede recuperar y nadie querrá publicarle un segundo libro porque se habrá convertido en un escritor maldito.
Sé que muchos escritores contemplan la autoedición como la última oportunidad antes de asumir el fracaso. Yo la contemplo como un negocio a largo plazo. Cuando termino una novela, la envío a ciertos concursos que considero que no están manipulados. Si no consigo ganar alguno de ellos, y tengo plena confianza en lo que he escrito tras numerosas revisiones, la edito. El coste de la edición es muy poco comparado con las horas de trabajo que hemos invertido escribiendo, y para mí hay algo mucho más valioso: los derechos de la obra me siguen perteneciendo y puedo negociar con quien quiera sin creer que me están haciendo un favor. Por otra parte, me molesta que el autor sea el último eslabón en el mercado editorial. El editor, el distribuidor y el vendedor sacan más beneficio que él, y a eso había que añadir la agencia literaria, en el caso de que se tenga.
Al realizar todo el proceso, con la excepción de diseño de portada y maquetación, me siento más unido y más crítico con mi obra porque no solo soy el autor de un texto, también soy el responsable del libro que ofrezco al lector y debo velar para que quede contento con lo que le entrego. Supongo que aquí llegamos a la pregunta que nos hacemos todos: ¿cómo lo vendo? La única respuesta posible es que nadie nos lo va a vender. No vale con dejarlo en depósito en librerías, salvo en el hipotético caso de que el librero sea un incondicional nuestro. En mi caso, y después de probar muchas vías, decidí que sólo había un camino coherente con aquello que reivindico, y era abrir mi propia tienda, donde los posibles lectores conocieran al autor de los libros. Hace cuatro años que abrí mi tienda en Almagro, y al tratarse de un pueblo turístico, ha pasado mucha gente por ella. No todos han comprado porque hay quien piensa que un escritor no debe ser muy bueno cuando vende sus propios libros, pero también hay gente sin prejuicios que siente curiosidad por alguien que tiene el coraje de defender su obra saltándose las reglas del mercado literario.
Por fortuna, la mayoría de mis lectores repite y muchos coleccionan mis libros, al tiempo que me ayudan a distribuirlos al recomendarlos a sus amigos. Cuando se llega a esta situación, es importante tener tu propia web como apoyo para las ventas, aunque lo principal sigue siendo el cara a cara con el lector. Yo no me considero un buen vendedor, y no soy capaz de asaltar a la gente para ofrecerle mis libros, pero creo que soy honesto con mi trabajo y tengo mucha confianza en lo que escribo.
Estoy convencido de que el mercado literario está inmerso en un profundo cambio, y que la autoedición cobrara importancia gracias a los nuevos medios de distribución y a la posibilidad de realizar tiradas cortas a bajo coste, con lo que la inversión inicial se reduce y el plazo de amortización se acorta. Pronto veremos cómo escritores prestigiosos crean sus propios sellos editoriales, aunque las grandes editoriales no lo pondrán fácil porque tienen miedo de que se les acabe el chollo. Hace doce años que empecé con la autoedición. En la actualidad tengo seis libros publicados con mi sello, y cinco más que publicaré este año, a pesar de la crisis: una novela y mi teatro completo en cuatro volúmenes. Al principio comencé con un miedo enorme porque pensaba que a nadie le iban a interesar mis libros. Ahora, que ya he recuperado todo el dinero invertido y que me quedan más de cinco mil libros en stock, afronto la edición de un nuevo libro con la misma naturalidad con que me siento ante el ordenador a escribir. Cuando empiezo una novela no me planteo sí el tema estará de moda; si le interesará a un editor; si me gustará el diseño y la maquetación que hagan; si se hará una buena promoción y distribución, y si percibiré lo que me corresponda por las ventas. Me centro en la historia que quiero contar y le concedo el tiempo necesario y las páginas precisas, con la confianza de que no quedará por siempre en el ordenador o en fotocopias. Si mi trabajo lo hago bien, encontraré el apoyo de los lectores; y si no lo hago, lo notaré en las ventas y tendré que esmerarme en el siguiente libro. Con todo esto no quiero decir que esté conforme con la situación actual, creo que mi obra vale bastante más, como piensan mis lectores, pero mientras llega ese momento puedo vivir de lo que escribo, y eso ya es mucho.

miércoles, 18 de febrero de 2009

El largo camino desde el texto hasta la publicación

Tras diecisiete años de experiencia como escritor, doce como editor y cuatro como vendedor de mis libros, creo que estoy en condiciones de hablar de lo que a muchos escritores preocupa y, en ocasiones, angustia. Cuando terminamos una obra literaria hemos puesto todo hemos puesto todo nuestro talento y dedicación en ella. Entonces confiamos en que interese a los editores y agentes literarios para publicarla en las condiciones que merece, pero pronto nos encontramos con las primeras decepciones. En la mayoría de los casos, el texto es rechazado antes de que podamos entregarlo, y en el resto no creo que se lean más de diez páginas antes de decirnos que nuestro trabajo no se adapta a su línea editorial o que no entramos en el perfil de los escritores que buscan. A veces pienso que la principal cualidad de un escritor no es su capacidad para crear, sino el fondo que tenga para aguantar las decepciones. Muchos han abandonado porque no son capaces de soportarlo. Reconozco que yo no tengo mucho aguante, pero soy muy terco, por lo que tras mi cupo de decepciones decidí seguir la vía de los premios literarios. La probabilidad de éxito es la misma, pero al menos cuando no ganas no te envían una carta en la que se apiadan por tu infortunio. En mi caso, supongo que no me puedo quejar de los premios, aunque siempre se esperan más.
Cuando no encontramos más vías para dar salida a nuestra obra, nos queda abandonar, dar fotocopias a los amigos, o plantearnos la autoedición. En los últimos tiempos han aparecido muchas empresas en Internet que captan a escritores que quieren ver publicada su obra y lo llaman autoedición, pero yo entiendo que eso no es del todo cierto porque esas empresas no dejan de ser unos intermediarios que intentan hacerse con el mercado de los escritores decepcionados. No estoy en contra del trabajo que hacen Bubok, Lulu y otras empresas similares, pero no me interesa lo que ofrecen. Supuestamente estas empresas se dedican a promocionar a nuevos autores, pero yo pienso que su negocio está en la captación de esos escritores y en publicar su obra con el sistema de edición bajo demanda. Las ventas para ellos es algo secundario, y seguramente más del noventa por ciento de los libros que se venden sean a los propios autores que los han escrito.
Por autoedición entiendo cuando el propio autor realiza todo el proceso. Desde la solicitud del ISBN, que por cierto es gratuito y solo hay que rellenar un impreso, hasta pedir un presupuesto a la imprenta y entregar la maqueta de nuestra obra. En mi caso, y como el diseño gráfico no es mi fuerte, suelo recurrir a un diseñador para que me haga portada y haga la maquetación del texto. En la actualidad hay dos formas de editar un libro, en offset o mediante la impresión digital. La primera es la tradicional, en la que yo he publicado toda mi obra, y se recomienda para tiradas que superen los mil ejemplares. Eso obliga a disponer de espacio para guardar el stock de libros, lo que durante años ha sido un grave problema para mí, y a un desembolso inicial bastante fuerte que es muy difícil de amortizar, porque lo más difícil con diferencia es vender, y en los casos de los escritores que no somos conocidos, de nada vale dejarlos en depósito en librerías. Hay que hacer las cuentas con los que uno pueda vender directamente.
Ahora voy a experimentar con la impresión digital. Lo voy a hacer con mi segunda novela, que durante años se me había quedado colgada, y con la edición de la mayor parte de mi obra teatral en seis volúmenes. Con estos libros quiero hacer tiradas cortas, de no más de doscientos ejemplares. Al optar por la edición digital los costes para tiradas cortas se reducen considerablemente al ahorrarnos los pasos de hacer los fotolitos, y se gana en agilidad, con la posibilidad de hacer tantas reimpresiones cuando se quiera en pocos días. Esto repercute notablemente en el periodo de amortización de un libro, puesto que puedo sacar siete libros con lo que antes me gastaba en uno.
No soy quien para dar consejos a todos aquellos escritores que aún no han encontrado su lugar en el mercado editorial, pero les recomendaría que antes de dejarse embaucar por todas esas empresas que se aprovechan de su ilusión a un coste muy alto, se informaran un poco porque el trabajo al que han dedicado tantos años de trabajo merece ese esfuerzo.

martes, 10 de febrero de 2009

Encontrar el título

Hace poco entré en otro blog donde vi algunos comentarios sobre la dificultad de elegir el título para un texto. Yo hice mi propio comentario, donde dije algo parecido a que no hay que obsesionarse con la búsqueda del título, simplemente hay que estar atento porque antes o después aparece. Cuando hice este comentario, estaba terminando el borrador de mi nueva novela, en la que llevaba trabajando seis meses y carecía de título, a pesar de que me había manejado con dos que no acababan de gustarme. Ayer al levantarme pensé que había una manera diferente de contemplar lo que había escrito, y después de varias asociaciones y búsqueda de información apareció un título en mi mente. En ese momento tuve la certeza de que la novela no puede tener otro. No digo el título porque eso me obligaría a hacer una sinopsis de la historia, y antes tengo que completarla y registrarla.
Para mí el título es muy importante en cualquier obra literaria y tiene que simbolizar lo que ocurre en la historia. No me preocupa que a priori pueda parecer atractivo para los lectores –la obsesión de los editores–, aunque me gusta que cuando han leído el texto me digan que no podría ser otro. También pienso que el propio título marca el devenir de la historia y hasta que no lo he encontrado tengo una sensación de provisionalidad con todo lo que he escrito. En este último caso, al aparecer el título cuando el borrador con más de doscientas páginas está acabado, tengo que hacer algunas variaciones porque el propio título me indica otra forma adicional de contemplar la historia. Normalmente no he tardado tanto en encontrar el título, y en algunas novelas surgió al mismo tiempo que la propia historia, como en «Memorias de un paraguas» y «Olvido 27». Con «Y el pirata creó el mar», tampoco tardé en encontrarlo, aunque no fue el primero que pensé. Dos novelas que me causaron más dificultades fueron «4 hilos para un epitafio» y «Papel carbón» porque con ambas barajé otros títulos diferentes, y los que en un principio consideré provisionales se fueron afianzando a medida que crecían las historias. En «Lágrimas de Yaiza», el título apareció al mismo tiempo que decidí incorporar un elemento a la novela que se convierte en la clave de toda la historia. En Qal’at rabah no me fue fácil dar con él, hasta que un día me di cuenta de que los árabes le habían puesto el nombre a la tierra donde se desarrolla la historia y donde vivo. Durante este año espero publicar otra novela, no la que he mencionado al principio porque me quedan bastantes meses de trabajo en las diferentes revisiones que hago antes de enviarla a algún premio literario. La que va a ver la luz se titula «Las manos prestadas». Nació antes de escribir ni una sola frase del texto, y en los dos años en los que he trabajado en esta novela ni una sola vez me he cuestionado el título.
Después de esta reflexión creo que no hay ningún consejo válido para encontrar el título, pero llega un momento en que aparece una combinación de palabras que inmediatamente asociamos con lo que estamos escribiendo y que no tiene nada que ver con el proceso que siguen aquellos que piensan los títulos con el fin de interesar al mercado.

jueves, 5 de febrero de 2009

El derecho a una vida y a una muerte dignas

La iglesia católica siempre ha mantenido una difícil relación con la ciencia, y a lo largo de la historia hay infinidad de casos que lo demuestran. También tiene un concepto muy particular de la vida, en el que el individuo no es libre de elegir, todo lo que haga tiene que obedecer la ley de un Dios que el clero ha creado a su imagen y semejanza, un Dios vengativo, intransigente y aficionado al fuego, aunque lo llaman amor de Dios. Tampoco ha tenido muy buena relación con la democracia porque entienden que el pueblo es voluble; sin embargo, ha estado muy unida a cualquier tipo de fascismo, quizás porque los dictadores suelen temer a Dios y aceptan de buen grado los consejos del Vaticano. A la iglesia católica no le gustan los preservativos, los anticonceptivos, la educación laica, la investigación con células que pueden salvar la vida de muchos enfermos, el aborto o el derecho del individuo a tener una vida digna en la que pueda elegir el final una vez perdida la esperanza. Todo eso, y muchas otras cosas no pueden ser incluidas en eso que llaman el libre albedrío.
Sin embargo, hay ocasiones en que no solo aceptan los avances científicos, sino que se obcecan con ellos hasta utilizarlos como máquinas para torturar. Se ve que la Inquisición sigue sin estar superada. Aquellas máquinas que sirven para prolongar la vida de las personas las reciben con agrado, y en verdad todos tenemos que celebrar esos avances científicos que aumentan la calidad de vida y en muchas ocasiones la devuelven a personas condenadas a morir, pero llega un momento en determinados casos en que esas máquinas pierden su razón de ser y se trasforman en sofisticados medios de tortura que prolongan artificialmente los latidos del corazón de un cuerpo inerte que en su día fue persona, y eso no tiene nada que ver con la vida.
Yo, al igual que mucha gente, estoy harto de que la iglesia católica se erija en la portavoz del bien y de la vida cuando tiene tantos precedentes por los que esconder la cabeza y callar. Al Vaticano más le valdría velar por la vida de los inmigrantes que sí desean seguir viviendo y que están siendo avasallados en Italia y en muchos otros lugares ante su silencio cómplice. No es digno, no es ético, ni es compresible que se prohíba una muerte digna a los que no les queda ninguna esperanza, mientras se justifica la muerte de millones de personas que sí quieren vivir y a los que podrían salvar.

sábado, 31 de enero de 2009

Libros electrónicos

Parece que cada día está más cerca que se imponga el libro electrónico. Hay quien lo entiende como un símbolo de progreso y como la posibilidad de que la literatura llegue a todos. Yo no soy tan optimista y veo muchas más inconvenientes que ventajas, y no lo digo porque me preocupe el futuro de las multinacionales de la industria editorial, porque bajo cualquier formato seguirán copando el mercado. Me preocupa que los libros en su formato clásico se terminen por convertir en un artículo de lujo. Dicen que los ebooks son muy prácticos porque pesan poco, tienen muy buena lectura y se pueden almacenar miles de libros. Y me pregunto: ¿Quién necesita llevar miles de libros encima? Los libros no son como la música, donde se puede programar una serie de miles de canciones para escucharlas ininterrumpidamente. Los libros hay que querer leerlos y dedicarles todo el tiempo que merecen. ¿Para qué sirve llevar miles de libros encima si uno solo nos dura varios días? Yo creo que sirve para perder la fidelidad de la lectura. Cuando un libro nos gusta, necesitamos tenerlo en nuestras manos, hojearlo, olerlo, llegamos a crear un vínculo muy fuerte con él. Eso es algo que jamás se podrá hacer con un libro electrónico.
Por otra parte, el negocio que hoy ven las editoriales se convertirá en la futura ruina, igual que está pasando con la música. Los libros digitales se piratearán exactamente igual que las canciones y no tardaran en crearse el top manta de libros ofreciendo discos que contengan mil libros por tres euros. La gente acumulará cientos de miles de libros en pocos discos, pero ¿realmente leerá alguno de ellos con la ilusión con que se lee un libro de esos que ahora se comenzarán a llamar incómodos? Yo no podré hacerlo, y mientras pueda permitírmelo seguiré leyendo libros de papel y publicando mi obra en el mismo formato, a pesar de que pueda llegar a menos lectores.
Entiendo que ciertos libros, los que están fuera de catálogo o los dedicados a consulta puedan estar en formato digital porque pueden resultar muy útiles, pero hacerlo con el resto supone el intento de cargarse la pasión por la lectura, aparte de hacer un daño terrible a las librerías y bibliotecas.

martes, 27 de enero de 2009

La aventura en la novela

Hoy no pretendo hablar de la novela de aventuras, sino de la propia aventura que supone escribir una novela. Reconozco que cuando descubro las gestas de aquellos viajeros que suben las cumbres del Himalaya o llegan hasta las islas más remotas de los océanos siento envidia. Me hubiera gustado hacer lo que ellos, pero no me ha sido posible. Sin embargo, he descubierto otra manera de vivir la aventura que es menos costosa y que apenas exige de desgaste físico, pero también ofrece situaciones de temor, angustia y a veces depara hermosas recompensas. Escribir una novela es una aventura, al menos para mí, porque sé del lugar donde parto y al sitio donde quiero llegar, pero desconozco todo aquello que me puedo encontrar a lo largo del camino. Cuando escribo teatro o cuentos no tengo esa sensación, porque en el primero el terreno está acotado y en los cuentos tengo toda la historia en la mente cuando comienzo a escribir. En la novela me sitúo en la entrada de la selva, sé que muchos kilómetros más adelante hay una salida y tengo un plano con unas pocas notas sobre el terreno que voy a transitar; pero no tengo ni idea de lo que me puedo encontrar en el camino. Sé que esta forma de trabajar conlleva meterse en muchos laberintos en los que no siempre se puede encontrar la salida, pero siento que la historia está mucho más viva. Supongo que también es más fácil cometer errores que pueden ser fatales, lo que me obliga a estar mucho más alerta y a volver atrás cuando alguna de las decisiones que he tomado resultan erróneas. Algunas veces me he planteado que voy a trabajar de otra manera, contando con una planificación previa en la que desglose todo el camino que tengo que recorrer antes de ponerme a escribir. He hecho algún intento de aplicar este método racional, pero acabo abandonando a los pocos días. Supongo que en el fondo me gusta tener la misma capacidad de sorpresa cuando escribo que cuando leo una hermosa historia.
Durante ese largo camino voy conociendo a fondo a los protagonistas y el entorno donde la ubico. Eso supone que cuando llego al final de la redacción tenga que volver inmediatamente al principio para aplicar todo aquello que he ido aprendiendo a lo largo de la aventura que he vivido junto a mis personajes. Una vez conocido el camino para cruzar la selva, llega el momento de recrearme contemplando el paisaje y de buscar aquellos detalles que den la forma definitiva a la novela que estoy construyendo.
En el fondo la novela, aunque se la quiera revestir de mucha trascendencia, no deja de ser un juego de nuestra mente, tanto para el escritor como para el lector.

viernes, 16 de enero de 2009

La noche de las hogueras

Hoy en Almagro se celebra la fiesta que más me gusta. Es la noche de las hogueras y aunque se origen es religioso porque va unida a San Antón, su celebración es laica porque se rinde culto al fuego, a la limoná y al somallao, los tres elementos imprescindibles en esta fiesta. Cientos de hogueras repartidas por todas las calles de la villa iluminan y dan calor a la gélida noche almagreña. Es el momento de quemar todo lo viejo confiando en que el futuro sea más generoso. En torno al fuego de las distintas hogueras, todos los lugareños y visitantes beben limoná y comen somallao: un guiso muy básico a base de pimiento seco, ajo y bacalao que se sirve frío sobre una rebanada de pan. Evidentemente la noche es larga y da tiempo a que sobre las ascuas se pongan las parrillas con chuletas, chorizos, morcillas o se asen patatas; aparte de consumir otras bebidas hasta altas horas de la madrugada. Los coches se quedan guardados y aquellos que no están vinculados a alguna de las hogueras pueden caminar por el pueblo porque en todas las calles encontrarán un fuego acogedor donde no pasarán hambre ni sed.
Siento tal apego a esta celebración que elegí la noche de las hogueras para iniciar una de mis novelas: «Qal’at rabah», porque me parece que, en torno al fuego, el pasado y el presente se funden con el fin de crear un nuevo futuro.

domingo, 11 de enero de 2009

Welcome to the war

En estos tiempos convulsos en los que está comenzando una invasión tan cruel como inútil ante la indiferencia del primer mundo, creo adecuado incluir un monólogo que escribí a comienzos del 2003, cuando era inminente la guerra de Irak, otro monumento a la estupidez humana. Este monólogo se interpretó por primera vez con motivo del día mundial del teatro de ese año y posteriormente se publicó junto a otros textos por la Asociación de Autores de Teatro.

Welcome to the war
Bienvenidos señoras y señores a un programa muy especial, al programa más esperado de la temporada, el programa que batirá todos los niveles de audiencia en la historia de la televisión: «Welcome to the war». Sólo faltan quince minutos para que llegue el gran momento, el momento más esperado de las últimas décadas, el instante en que la mano de nuestro querido presidente pulsará el botón que disparará el misil que supondrá el comienzo de la Guerra Justa, la guerra imprescindible para que todos vivamos mejor. La emoción nos embarga a los miembros del equipo ante ese instante que marcará el punto de inflexión que dará origen a un nuevo orden mundial, y que retransmitiremos en exclusiva desde esta cadena para todo la nación.
Pero antes de llegar a ese segundo mágico con el que todos hemos soñado, tengo que explicarles cómo se desarrollará este nuevo programa. Como la mayoría de ustedes ya saben, por la amplia cobertura que se le ha dado en las últimas semanas en nuestros informativos y programas especiales, no sólo constará de la información más veraz, y absolutamente imparcial, como tenemos suficientemente demostrado en esta casa, sino que además incluiremos un espacio muy importante destinado al entretenimiento para que toda la familia unida pueda disfrutar ante el televisor a lo largo de las tres horas aproximadas que durará nuestra puesta en escena. Es obligado recordarles que a través de nuestra emisión vía satélite ustedes podrán estar conectados durante las veinticuatro horas, e incluso tener una participación activa a través de su mando a distancia, con el que podrán obtener suculentos premios a través del concurso: “Que no quede ni uno”. Todo esto y mucho más lo podrán conocer con mayor precisión en nuestro Canal Digital War, y recuerden que todavía están a tiempo de abonarse llamando al teléfono que pueden ver en la parte inferior de la pantalla de su televisor. Les recomiendo que no dejen pasar esta oportunidad porque si se abonan ahora no tendrán que pagar nada hasta dentro de tres meses y se llevarán de regalo un DVD interactivo que incluye reportajes y valiosa documentación de las veinte mejores guerras de todos los tiempos.
Tras este breve inciso, volvamos al programa de esta noche. Jamás en la historia de la televisión se ha hecho un mayor derroche de medios técnicos para que no escape nada de lo que ocurra, y eso es posible gracias a la colaboración de las treinta cadenas de televisión que se han embarcado en tan ambicioso proyecto. También debemos agradecer la valiosa aportación económica, completamente desinteresada, del mayor fabricante mundial de armas, que debido a su gran modestia no ha querido ser incluido junto los otros anunciantes que han patrocinado: «Welcome to the war».
Nuestro equipo humano consta de veinte enviados especiales a los lugares más representativos del conflicto bélico, diez especialistas en campos tan diversos como estrategia militar, relaciones internacionales, mercado bursátil y otros aspectos de la economía global, junto a cinco prestigiosos tertulianos que nos acompañarán en el plató dispuestos a contestar a todas sus preguntas, por escabrosas que sean. Todo esto aderezado con un equipo de reporteros encargados de recabar en todo momento la opinión de los famosos y del hombre de la calle, y aliñado siempre con una buena porción del mejor humor.
En cuanto a la parte técnica, contamos con novedades revolucionarias dentro del mundo de la televisión que alcanzarán cotas inigualables en cuanto a espectacularidad y realismo. Disponemos de cámaras situadas en todos los portaviones y acorazados; a bordo de siete cazas; en cinco de los bombarderos; en varios de los tanques que iniciaran la invasión por tierra, e incluso contamos con un amplio surtido de minicámaras y micrófonos colocados en los cascos de los marines que nos permitirán vivir la contienda con todo lujo de detalles, como si estuviéramos en primera línea de fuego luchando por una causa noble; eso sí, con la ventaja de estar cómodamente sentados ante el televisor bebiendo un refresco de uno de nuestros patrocinadores mientras saboreamos una exquisita pizza con masa recién horneada, que nos llevarán a casa junto al tablero del juego oficial de nuestro programa y las dos primeras fichas coleccionables al módico precio de diez euros.
Antes de continuar con la dinámica del programa, y en nuestro afán de que la información sea la más precisa y exhaustiva en todo momento, hemos de comunicarles que se han realizado arduas gestiones con el bando enemigo para que nos permitan situar cámaras entre sus tropas y en varios de los objetivos militares más importantes para ver las repercusiones del bombardeo que se avecina desde el otro lado, confiando en obtener imágenes espectaculares y de alto valor informativo. Lamentablemente no se ha llegado a un acuerdo final porque el enemigo ha solicitado una cantidad muy elevada por su colaboración, aparte de imponer a una serie de tertulianos de dudosa credibilidad. Pero lo que ha hecho imposible cerrar la negociación, ha sido la solicitud efectuada del cincuenta por ciento de los ingresos generados en publicidad, y esto es del todo innegociable porque el otro bando no ha aportado ningún anunciante al programa, y como todos sabemos la publicidad es la que nos permite afrontar una producción tan costosa.
A pesar de este pequeño contratiempo, les aseguramos que la calidad de Welcome to the war no se verá resentida, ni tampoco tomaremos una actitud hostil ante el bando enemigo por su falta de cooperación. Ante todo nos guía un espíritu deportivo, y prueba de ello es que una parte importante del tiempo de nuestro programa estará dedicada a labores benéficas. Por aquí pasarán los cantantes más relevantes del momento, que actuarán sin ningún ánimo de lucro, con el fin de recaudar fondos para las víctimas inocentes de la guerra. También se editará un disco con la recopilación de las actuaciones más importantes.
Pero ya falta muy poco para que el presidente pulse el botón. En la pantalla pueden ver cómo el vehículo presidencial ha llegado a la base militar desde donde se coordinan todas las acciones de la Operación Mundo Feliz. En este momento nuestro querido presidente está saludando al General en jefe. Pero antes de que se produzca este acto histórico ha llegado el momento de que todos ustedes participen en nuestro primer concurso, la pregunta del millón. Cojan todos su teléfono móvil y manden un mensaje de texto al número 1234 indicando el objetivo donde se dirige el misil que disparará el presidente. Recuerden que las opciones posibles son las siguientes: palacio presidencial, central eléctrica, torre de comunicaciones, refinería, hospital, universidad, almacén de armamento, sede del parlamento o lanzamiento fallido. Señale una de estas opciones marcando la letra que la antecede, y entre todos los acertantes se sorteará el suculento premio, y el ganador, además, tendrá la oportunidad de viajar junto a un acompañante a bordo de un bombardero para disparar personalmente un misil contra un objetivo a elegir. No me dirán que no resulta un premio tentador, así que no pierdan la oportunidad de participar en este concurso innovador.
Sólo faltan cinco minutos para que llegue la hora hache. Nos tenemos que marchar a publicidad, así podrán conocer a todos los patrocinadores que han hecho posible este acontecimiento histórico. Enseguida estamos con ustedes, y no cambien de canal, porque sólo aquí podrán seguir en directo: Welcome to the war, un programa lleno de sorpresas que cambiará el destino de la humanidad.