martes, 31 de marzo de 2009

Fantasmas del pasado

El ayuntamiento de Almagro luce hoy este aspecto. Por fortuna se trata del decorado de una película que está rodando Emilio Aragón, también conocido por Milikito, sobre la historia de su abuelo. A pesar de saber que era un decorado, esta mañana, cuando llegué a la plaza para abrir mi tienda, no pude evitar sobrecogerme al encontrarme frente a los pendones de la falange. Era como si el pasado más angustioso regresara de repente, y eso hiciera que ciertos temas que parecen trascendentes perdieran entidad ante una amenaza superior. Creo que es bueno no olvidarse del pasado aunque creamos que ya está superado y que no se volverá a repetir. Todo movimiento fascista nace con la manipulación de la información y con la siembra de la discordia que acaba enfrentando a la población. Reconozco que no soy experto en ese tema, pero sé que la iglesia católica lleva siglos de ventaja en su aplicación y no les ha ido mal.
Supongo que mañana se quitarán los símbolos opresores del ayuntamiento de Almagro, pero la inquietud tarda más en desaparecer porque los que siembran la discordia no descansan.

domingo, 29 de marzo de 2009

La soledad y una voz


Este es el libro que estoy a punto de publicar, aunque no es el último que he escrito. En realidad es mi segunda novela, y al igual que en «La futura memoria» partí de un guión de cine previo, escrito en 1996, que posteriormente decidí trasformar en novela. La historia se desarrolla en un día, en las horas previas a que se produzca el cambio de milenio. Se trata de una novela coral donde los personajes se encuentran unidos a través de la voz de Zenón de Alejandría, el locutor de una pequeña emisora de radio que hace un programa para aquellos solitarios que no tienen planes para celebrar una fecha tan importante.
Durante muchos años he pensado que esta novela estaba destinada a languidecer en un archivo del ordenador o a que la leyeran mis incondicionales en fotocopias. Otros proyectos tenían prioridad y no podía asumir la inversión necesaria para publicarla. Con el desarrollo de la impresión digital sin fotolitos se abren nuevas posibilidades para los que no queremos hipotecarnos en grandes tiradas y no confiamos en empresas de edición bajo demanda como Bubok o Lulu. Durante un mes he revisado el texto en busca de errores, aunque no he querido alterar la historia porque corresponde a una época de mi vida muy diferente a la actual y hoy no la escribiría igual que entonces.
Lo que sí hago por primera vez en uno de mis libros es el diseño de la portada y la maquetación. Es un paso más en el proceso de controlar toda mi obra, desde que nace la idea hasta que entrego el libro a los lectores. En pocos días tendré el libro en mis manos y sabré si he elegido la imprenta adecuada para emprender nuevos proyectos editoriales. En cuanto a «La soledad y una voz», corresponderá a los lectores decidir si la novela merece una larga vida, o si debería seguir durmiendo el sueño de los justos.

domingo, 22 de marzo de 2009

Y el pirata creó el mar

Pronto va a hacer siete años desde que publiqué esta novela. Por entonces la había mandado a unos quince premios literarios y a bastantes editoriales, encontrándome con el silencio de los primeros y una respuesta ambigua de las segundas que daba a entender que no habían leído ni cinco páginas. Cansado de esperar una respuesta alentadora, decidí invertir los ahorros que tenía en publicarla porque tenía una confianza ciega en esa historia. Casi mil ejemplares he vendido de esa novela, una cantidad ridícula si se compara con las ventas de ciertos autores, pero creo que no está mal para haberlo hecho en mi pequeña tienda y sin contar con la menor promoción. Sin duda, lo más alentador ha sido la respuesta de los lectores. La mayoría se han puesto en contacto conmigo después de leerla, y muchos la guardan con cariño como una de las joyas de su biblioteca. Desde estudiantes de doce años, hasta políticos, profesores, arquitectos o médicos se han dejado seducir por las aventuras de esos piratas de secano llamados Francisco Jadraque y Sinfo Piélago que encontraron el mar donde el resto veía barbechos y se pusieron a construir su propio galeón. Bastantes de esos lectores me han preguntado qué hacía yo escribiendo en una pequeña tienda cuando con un poco de promoción ese libro habría agotado muchas ediciones. Yo les digo que ya no quiero consumir mi tiempo mendigando una oportunidad con las grandes editoriales porque la vida es corta para pasársela cabreado con el sistema. En el fondo soy más libre que la mayoría de los escritores y no tengo la urgencia de que mis libros obtengan grandes beneficios a corto plazo cuando poco a poco los voy amortizando y puedo vivir de lo que amo. A todos nos gusta que nuestro trabajo sea reconocido, y por fortuna, y aunque sea a pequeña escala, es algo que estoy consiguiendo con todos los libros que he publicado. El que pudiera vender cientos de miles de libros no significaría que fuera mejor escritor, me restaría libertad y tiempo para crear, y en el fondo yo percibiría una pequeña parte de ese negocio, mientras se enriquecerían los de siempre, los intermediarios de la literatura.

martes, 10 de marzo de 2009

Gran Torino

Ayer estuve viendo la última película de Clint Eatswood, la que puede suponer su despedida como actor, como él ha declarado. Admito que a diferencia de otros directores y actores, mi interés por este cineasta no comenzó hasta que vi «Los puentes de Madison», y en una primera visión sólo me impresionó su final, que se puede incluir entre los más bellos de la historia del cine. Desde entonces he visto casi todas sus películas, y en cada una de ellas salía del cine con la impresión de que estaba ante un maestro que no dejaba de crecer con el paso de los años. Los grandes clásicos del cine tuvieron una fase de aprendizaje, otra de madurez donde alcanzaron sus mejores trabajos y una última de cierto declive, quizás porque no se supieron adaptar a otras formas de trabajo. Con Clint Eatswood la impresión es diferente, y cuando salgo del cine tengo la sensación de que todavía es capaz de superarse, y de que es el director más moderno que existe porque no hace la mínima concesión al efectismo. Él tiene una historia que contar y lo hace de la forma más directa posible, sin pensar en lo que pueda gustar al público.
Mientras veía Gran Torino, tuve la sensación de que estaba asistiendo al testamento cinematográfico del director que tomó el relevo de Billy Wilder y Kurosawa, y que a diferencia de estos, también ha sabido estar delante de la cámara con su gesto hierático de tipo duro que, alejándose de la sensiblería, es capaz de conmover y de provocar que broten las lágrimas en la última escena que interpreta y que supone una despedida grandiosa como actor.
Espero con ilusión que pueda dirigir más películas, pero si no vuelve a actuar, Clint Eatswood habrá dejado un epílogo imborrable para todos aquellos que amamos el cine.