jueves, 28 de mayo de 2009

Carta de una editorial

Ayer recibí carta de una editorial a la que había mandado mi novela Las manos prestadas a finales de diciembre. Cuando la envié, sabía la respuesta que iba a recibir porque durante varios años me llegaron más de veinte cartas de distintas editoriales rechazando mis libros porque no encajaban en su línea editorial. Algunas incluían la apostilla de que la historia de la literatura está llena de grandes errores editoriales, lo cual no era necesario que dijeran porque es obvio, aunque suena a recochineo cuando uno tiene ilusión por ver su obra publicada.
A lo largo de más de cinco años, y tras el rechazo recibido por La futura memoria, Y el pirata creó el mar, 4 hilos…, y Papel carbón (ganadora esta última del Premio Río Manzanares de novela poco después), no mandé manuscritos a las editoriales porque me molestaba que alguien juzgara mis libros leyendo un máximo de diez páginas.
Durante este tiempo me he mantenido al margen del sistema publicando y vendiendo mis libros, y no me ha ido mal porque he tenido la fortuna de encontrar lectores que se han enfrentado a mis libros de una forma muy diferente a la de los empleados de las editoriales, y con lo que he vendido y los premios obtenidos puedo embarcarme en nuevos proyectos.
El hecho de volver a intentarlo no se debió a que pensara que las condiciones habían cambiado, pero siempre me quedó la sensación de que había enviado las otras novelas demasiado pronto, sin haberles hecho la última revisión. Con Las manos prestadas me había concedido el tiempo necesario para tener el texto definitivo y, aunque parezca pretencioso, sabía que reúne la calidad suficiente para ser publicada en cualquier editorial. Así que decidí volver a tantear el mercado enviándola a un par de editoriales de prestigio, una de las cuales ni se ha dignado en responder.
Ni que decir tiene que la carta no cambia mis planes de publicarla, de hecho ya tengo el diseño de la portada y la maquetación. Para lo que me ha servido ha sido para ratificar la impresión que tenía de que mi carrera literaria debe seguir unos cauces diferentes a los que imponen las multinacionales de la cultura. Tal vez se le pueda llamar literatura sostenible porque el fin no es que otros se enriquezcan con lo que escribo, sino que yo pueda seguir disfrutando con lo que amo y que aquellos que se atrevan a leerlo se conviertan en mis accionistas.
Lo que sí tengo claro es que jamás volveré a enviar mis textos a las editoriales. Mi orgullo y el respeto a los lectores que me piden que siga adelante con Baobab Ediciones me lo impiden.

martes, 26 de mayo de 2009

Teatro en el Corral de Comedias


Ya he contado otras veces que el Corral de Comedias de Almagro es muy importante en mi vida desde hace doce años, cuando abandoné Madrid y me trasladé a la capital de Campo de Calatrava para emprender una nueva vida. De hecho yo nací en un patio de comedias de un pueblo cercano que en la actualidad se está reconstruyendo, y en el que no se conserva nada del original.
El Festival Internacional de Teatro Clásico se hace en Almagro gracias al Corral de Comedias. Es el espacio clave de cara a los visitantes, aunque no es el mejor utilizado durante el mes de julio, a lo sumo quince representaciones de cuatro espectáculos no siempre bien elegidos.
Durante el resto del año, el Corral tiene mucha más actividad y en la primavera llega a ser frenética porque se realizan cerca de cien representaciones entre el uno de marzo y el 20 de Junio, todos ellas a cargo de la compañía a la que pertenezco y gracias a la que he podido desarrollar mi carrera de escritor con menos apuros de los que imaginaba cuando me trasladé a Almagro.
La actividad que la compañía da al Corral de Comedias tiene tres vertientes. Por un lado está la programación de temporada que consiste en una representación todos los sábados de primavera y otoño, y en la que se van rotando nueve obras diferentes. Otra vía es la campaña de teatro clásico para estudiantes y que se ha convertido en un referente para muchos centros docentes de España. Este año se compone de 72 representaciones, de las que nos quedan once, y por las que pasarán más de veinte mil estudiantes y mil profesores, siempre con el Corral lleno. La tercera vía son las funciones privadas que algunas entidades contratan y que están enmarcadas en congresos profesionales o actividades universitarias.
Mi labor durante esas representaciones es la de encargado de sala. Tengo que velar para que todo esté en orden y recibir a los colegios o grupos que han contratado las funciones. Durante las funciones de temporada las entradas se compran en mi tienda o se canjean las que se han adquirido a través de Internet. Antes también viajaba como técnico de la compañía cuando hacíamos representaciones fuera de Almagro, pero hace dos años que dejé de hacerlo porque quería disponer de más tiempo para escribir, y la compañía cuenta con dos técnicos muy competentes que están mejor preparados que yo para esa labor.
No sé hasta dónde llegará mi carrera literaria ni las novelas y obras de teatro que llegaré a escribir, pero tengo la certeza de que el camino hubiera sido mucho más difícil si un día no me hubiera integrado en la compañía del Corral de Comedias de Almagro.

domingo, 3 de mayo de 2009

La revolución pendiente en la literatura II

La revolución pendiente consiste en que los escritores asuman todo el proceso que sigue su obra desde la creación hasta que se entrega al lector. Esta opción tiene mala reputación porque se cree que es el último recurso que tienen los escritores mediocres para difundir su obra. Por otra parte, el mercado literario no puede consentir que una parte de su negocio vaya a parar a los guerrilleros de las letras que no aceptan sus condiciones.
Hasta hace poco tiempo, plantearse la posibilidad de editar y vender la propia obra era un suicidio porque había que asumir una cuantiosa inversión para hacer una tirada mínima de mil ejemplares con el fin de que el precio de venta por ejemplar pudiera ser competitivo. A eso se añadía el tener pelearse con la imprenta si el acabado no era como esperábamos, buscar un sitio para almacenar los libros y librerías para venderlos. Por lo general, los escritores solemos ser malos vendedores, al menos yo lo soy, y jamás se me ocurre acercarme a un posible comprador para ofrecerle mis libros, y eso que ya llevo más de cuatro años en mi tienda.
En la actualidad existen medios que permiten asumir la autoedición y distribución asumiendo menos riesgo. Se pueden hacer tiradas cortas a precios razonables y reeditar en pocos días, aparte de que internet ofrece mayores posibilidades para darse a conocer. Es muy importante que el escritor que siga este camino tenga asumido que se trata de una carrera de fondo donde es imprescindible la paciencia porque no existen los milagros que lleven a vender miles de ejemplares en poco tiempo. Con esta opción los lectores se ganan uno a uno, pero si lo que ofrecemos es bueno la gente responderá, y sobre todo hay una sensación que no tiene precio: el escritor es el responsable absoluto de lo que entrega a los lectores. Decide lo que escribe, sin tener que acoplarse a las modas que imponen las editoriales: lo publica cuando desea con el diseño y maquetación que más le gusta; y sabe que si su obra se vende, los beneficios serán para él. Hay quien piensa que la calidad literaria de estos libros es inferior porque se puede publicar cualquier cosa que se escriba y sin que esté revisada con un sentido autocrítico. Yo pienso que cuando es el escritor el que invierte en su propia obra pone mucho más cuidado a la hora de entrar en imprenta porque se está jugando su dinero y hasta su futuro como escritor, aunque eso no evita que se publiquen libros nefastos, como también lo hacen las editoriales con obras de autores consagrados.
Después de bastantes años de experiencia en autoedición, se que lo más complejo es ganarse la confianza del lector, y eso nunca se podrá hacer si no se tiene confianza en el propio trabajo. Si uno se siente inferior a los escritores consagrados lo va a pasar mal, casi tanto como si va de prepotente y alardea de su trabajo como si fuera un genio. Cuando alguien se interesa en alguno de mis libros, suelo decir que pongo todo lo que sé en cada historia y que juzguen por lo que les trasmita lo que lean. Cada novela es autónoma y mientras se lee no importa quién la haya escrito, lo que cuenta son las emociones que provoque. Todos los escritores tenemos a nuestra disposición las mismas herramientas: las palabras, y lo que separa una buena novela de una mala es el orden en que se colocan.
Tengo la fortuna de contar con lectores bastantes cultos que no se dejan condicionar por los libros que más se promocionan, y no lo digo por marcarme un farol. Si no tuvieran curiosidad por conocer nuevas historias, no se gastarían su dinero comprando libros de un desconocido que cuestan lo mismo que un best seller. Esas personas no tienen ninguna obligación conmigo porque no me conocían previamente y probablemente no me volverán a ver, pero muchos de ellos se han puesto en contacto para contarme lo que les trasmiten mis novelas, y ninguno de ellos me ha dicho que están bien para ser de un desconocido, sino que las sitúan muy por encima de la mayoría de los grandes éxitos editoriales.
La música y la pintura llevan ventaja a la literatura en su carrera por eliminar a los intermediarios que se enriquecen con el talento ajeno. El caso de la música era muy parecido a la literatura hasta que comenzó a piratearse y a descargarse a través de Internet. Entonces algunos músicos reconocidos comenzaron a desvincularse de las discográficas y crearon sus propios sellos. El caso de la pintura es diferente porque hay menos pasos intermedios, pero las condiciones que los galeristas imponen a los artistas son mucho más duras. De ahí que muchos pintores hayan decidido ir por libre o agruparse en cooperativas para ofrecer su obra a los compradores.
Creo que todavía falta tiempo para que se dignifique la autoedición, y puede que sea necesario que algunos escritores prestigiosos se desvinculen de las editoriales y asuman las riendas de su obra, aunque eso supone un riesgo porque con el tiempo cada escritor estaría en el lugar que merece por lo que ha escrito, y muchos que ahora son famosos serían rápidamente olvidados.
Nadie sabe lo que pasará en el futuro, pero es indudable que el mercado literario será muy diferente, y a cada uno de los que vivimos de la literatura nos corresponde buscar nuestro sitio.

sábado, 2 de mayo de 2009

La revolución pendiente en la literatura I

Siempre se ha dicho que los libros han provocado revoluciones. Creo que es algo que no se puede rebatir, y que no se podría hablar de civilización sin la literatura. Todas esas revoluciones se han hecho desde los libros hacia la sociedad, pero nunca se han hecho desde el libro hacia el escritor. En esta época de globalización agonizante, el papel de escritor es meramente simbólico dentro de un negocio editorial que está desesperado. Es cierto que bastantes autores gozan de prestigio y tienen notoriedad en los medios de comunicación, pero solo suponen un pequeño eslabón en la cadena de producción. Los editores dicen que el mercado impone sus leyes y los escritores deben aceptarlas como corderos obedientes porque se supone que son felices por el mero hecho de escribir y vivir de ello.
El escritor es imprescindible a la hora de crear la materia prima de la que se nutre la industria, pero lo que percibe por ello es insignificante en comparación con lo que genera su obra. En cierto modo se puede comparar con aquellos agricultores que tienen que vender sus productos al precio que imponen los intermediarios si quieren dar salida a la cosecha, a pesar de que luego lleguen a los consumidores habiendo multiplicado su precio. Pasemos a ver cómo se reparte lo que genera un libro. Supongamos que tenemos un libro de 300 págs. cuyo precio de venta es 15 €. La mitad de ese dinero va a la producción y el resto a la distribución, y de ésta, el librero se lleva 4,5 € y el distribuidor 3. En el capítulo de la producción se incluye la imprenta, cuyo precio varía en función de la tirada, pero estará alrededor de 3 €. En cuanto al diseño de la portada y la maquetación pongamos 0,20 €. La editorial percibe 2,80 €, y en ello va incluido lo que se dedica a promoción de la obra. Finalmente llegamos al escritor, que en el mejor de los casos percibirá 1,5 €, aunque a esto habría que quitarle el porcentaje que se lleva la agencia literaria que lo represente (si no se tiene agente es muy difícil encontrar editor). Así que un escritor puede ganar 1,20 € menos los impuestos por cada 15 que generan sus ideas. Teniendo en cuenta que el trabajo necesario para escribir una novela de 300 págs. es de un año a jornada completa y sin vacaciones pagadas (por lo general suele ser bastante más), sería necesario vender un mínimo de veinticinco mil ejemplares para considerar que su trabajo está medianamente pagado. De más está decir que la inmensa mayoría de los libros no llegan a esas ventas, lo que explica por qué muchos escritores tienen que recurrir a otros trabajos para subsistir.
Supongo que aquellos autores que venden cientos de miles de ejemplares no se preocuparán por esto porque las editoriales les conceden todos los caprichos para que estén contentos (incluidos otros escritores a sueldo para que le ahorren trabajo), siempre y cuando den suculentos beneficios y permanezcan fieles al sistema. Mientras tanto, otros muchos escritores se lamentan de la situación de esclavitud que soportan, pero no se atreven a dar un paso adelante por temor a que los dejen fueran.
Al margen de esta dinámica conservadora, se está gestando una auténtica revolución literaria, que de momento es muy poco conocida porque no se le da cobertura desde los medios de comunicación, y que tiene mucho que ver con lo que se denomina comercio justo porque se eliminan los intermediarios. Entre estos escritores no incluyo a aquellos que cuelgan sus libros en portales literarios con el sistema de impresión bajo demanda confiando en que tengan un golpe de fortuna y los editores se fijen en su obra. También es cierto que algunos de ellos terminan por conocer la situación y sacan el coraje suficiente para dar un paso adelante.