domingo, 25 de octubre de 2009

Un nuevo estándar para los premios literarios

En España se convocan más de tres mil premios literarios cada año, lo que está muy bien para aquellos escritores que vamos por libre y para muchos aficionados a la literatura que quieren probar fortuna. Esa buena noticia cultural supone un gasto económico y medio ambiental que no se puede tolerar cuando existen los medios para hacerlo de una forma mucho más sencilla, económica y ecológica.
Haciendo un cálculo aproximado, esos premios suponen la utilización, encuadernación y gastos de envío de unos mil millones de folios que solo tienen como fin que un comité de selección decida si pasan la criba para llegar al jurado porque sus miembros raramente leen más de cinco o seis manuscritos, sobre todo en los premios grandes.
La opción que existía hasta hace poco para evitar esos dispendios era la lectura de los textos a través del ordenador, pero todos sabemos que leer en una pantalla es muy perjudicial para la vista. La situación cambia radicalmente con la utilización del ebook, donde todos los miembros del jurado podrían tener en una sola tarjeta todas las obras que se presenten al concurso, independientemente de las que recomiende el comité de selección. Bastaría con incluir en las bases que todas las obras fueran formateadas a un tamaño de 88 x 113 mm en letra Times New Roman de 11 a un espacio y enviados en PDF. La lectura es tan buena como la de un libro, y aparte del considerable ahorro económico y medioambiental. Creo que una sociedad civilizada no se puede permitir ciertos derroches.
Espero y deseo que los organizadores de los concursos hagan gala de la conciencia ecológica de la que tanto presumen y empiecen a cambiar las bases porque todos saldríamos ganando, y sería bueno que todos los escritores presionáramos para poner fin a una situación absurda.

viernes, 23 de octubre de 2009

Libro o ebook

Hace quince años, cuando todavía trabajaba como fotógrafo publicitario, se empezaba a hablar de la fotografía digital y sobre cómo podría influir en el negocio. Entonces no pensábamos que llegara a igualar la calidad de la emulsión de las diapositivas o negativos. Me equivoqué, y hace seis años que guardé las cámaras de película y quité el laboratorio porque era evidente que la fotografía digital había ganado la batalla.
Desde hace algún tiempo se habla de libro digital o ebook como sustituto del libro convencional. Desde el sector editorial se dice que entrará poco a poco y que convivirán los dos juntos. Hace dos semanas estuve en LIBER, la feria del sector editorial, y tuve la impresión de que había mucho miedo. Estamos metidos en una revolución tan importante como la que supuso la imprenta y la mayoría de los profesionales se niegan a reconocer lo que es evidente: el ebook terminará por devorar al libro, y este quedará como algo propio de coleccionistas. Al sector editorial esa opción no le gusta porque los distribuidores, librerías y muchas editoriales desaparecerían, aparte de lo que supondría el pirateo, por lo que tratan de demorar la implantación del ebook.
Hasta hace poco tiempo yo también era reacio a leer los libros en una máquina, pero después de probarla ya no le veo tantos inconvenientes, aparte de que seguiré conservando mis libros, incluso presenta notables ventajas que en sucesivas entradas iré exponiendo. De entrada, creo que en la nueva situación los escritores pueden recobrar el protagonismo que han perdido, sobre todo aquellos que vamos por libre y que no tenemos la posibilidad de que nuestros libros estén expuestos en las grandes librerías. En el ebook todos los libros son iguales en cuanto a formato, por lo que lo importante son las historias que contienen, y ese es un terreno en el que no tengo miedo.
Ya me he comprado un lector y estoy maquetando todos mis libros para tenerlos en el nuevo formato y ofrecer la posibilidad a mis lectores de que tengan el libro o el ebook, a un precio bastante inferior, porque es necesario estar preparado para los enormes cambios que se avecinan.

sábado, 17 de octubre de 2009

Simone White

Hace un par de semanas tuve la fortuna de asistir a un concierto en una pequeña sala de Ciudad Real que dieron dos cantautoras de las que no había oído hablar en mi vida: Victoria Williams y Simone White. De la primera no voy a hablar porque no se encontraba bien tras un accidentado viaje y apenas si tocó tres o cuatro canciones.
Simone White me impresiono por su voz dulce, por su tono casi susurrante y por la paz que trasmitía. Al finalizar la actuación le compre los dos discos que llevaba y mientras me los firmaba me contó la relación que tenía el primero de ellos con su abuela y su madre, aunque no entendí todo lo que deseaba porque mi inglés es muy pobre.
Desde entonces sus discos se han convertido en compañeros inseparables cuando escribo en mi tienda, aunque a veces los combino con el que le compré a Marro en Luarca “Cazador de sueños”.
En una entrada anterior comenté que casi siempre escribo mis novelas escuchando canciones de Tom Waits porque me parece el mejor creador de bandas sonoras para los sueños. Dicen que los extremos se tocan, y en principio Simone White no tiene nada que ver con ese genio de voz tortuosa y música indefinible, pero sus canciones adquieren profundidad a medida que se van escuchando, y terminan por crear adicción. No tengo ninguna duda de que esta cantautora ha llegado para ser una de las grandes, y no de las que lideran las listas de ventas, sino de las que son respetadas y admiradas por su trayectoria comprometida con la música y con la sociedad en que viven.

viernes, 16 de octubre de 2009

Otra vez el Planeta

Al premio Planeta le pasa lo mismo que a la gripe A, ambos están tremendamente sobrevalorados y todo lo relacionado con ellos encuentra sitio en las portadas de los medios de comunicación. Este año el nombre de la ganadora estaba en wikipedia antes de que supuestamente se reuniera el jurado, con lo cual se demuestra el papelón que hacen sus miembros al elegir entre las escasas novelas que interesan a la editorial. Supongo que estarán muy bien pagados por ello.
El Planeta no es un premio que se dé a una obra literaria, es un negocio donde la obra es lo menos importante porque la editorial sabe que es un libro que no va destinado a los aficionados a la lectura. Sus compradores son aquellos que no compran más de dos o tres libros al año y que se dejan influir por la publicidad de cara a hacer los regalos de Navidad. Muy pocos de los compradores leen el libro, y creo que entre las recomendaciones literarias que he recibido en muchos años solo se encuentra una de las novelas ganadora: El jinete polaco.
Sería fácil criticar la nula seriedad de este premio, pero es conveniente recordar que el único fin que guía a la editorial es el comercial y en una sociedad de libre mercado cualquier medio es legítimo para hacer negocio.
Para los que amamos los libros es conveniente recordar que el Planeta no tiene nada que ver con la literatura, y nos queda la opción de no comprar los libros premiados. Es normal que a todos los escritores les guste ganar seiscientos mil euros por una novela, pero es mucho más fácil que eso se produzca jugando a la lotería, al menos sabemos que nuestra número está en el bombo. Con este premio, y otros bien remunerados, no importa que se envíen novelas mejores que la ganadora. El camino para ganar el Planeta es distinto y está fuera de mi alcance.

lunes, 12 de octubre de 2009

El derecho a la ignorancia

Cuando yo iba a la escuela en un pequeño pueblo de La Mancha, durante los últimos años del franquismo, a los chicos no nos gustaba ir a clase, pero no había muchas cosas que hacer y sabíamos que era el único camino para que algunos llegaran hasta el instituto, y con gran fortuna puede que alguno llegara a la universidad. De todos mis compañeros de entonces, sólo uno termino magisterio, mientras yo me quedé en primero de económicas, el resto tuvo que empezar a trabajar muy pronto.
Entonces la educación era un derecho al que no todos tenían acceso, y muchos muchachos de valía no tuvieron la oportunidad de estudiar una carrera por la falta de recursos de sus familias. Debido a esas carencias, muy pronto aprendimos a valorar lo que suponía aprender. Hoy día la situación ha cambiado mucho, casi siempre para bien, y no seré yo el que diga que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero creo que algo no se está haciendo bien desde todos los niveles, políticos, sociales y familiares, cuando muchos jóvenes en la actualidad se toman los estudios como una tortura y consideran que mantenerse ignorantes es un derecho que tienen. Tal vez piensen que todo se aprende en televisión, en los videojuegos o en las redes sociales de internet, y se consideran completamente libres cuando en el fondo están mucho más manipulados que aquellos que formábamos en el patio de la escuela mientras cantábamos el ‘Prietas las filas’ antes de comenzar las clases. Al menos, casi todos aquellos chicos con el tiempo desarrollamos un sentimiento de rebeldía y buscamos otros medios para aprender lo que no nos querían enseñar. Ahora no existe esa inquietud porque esos jóvenes se creen libres, y el objetivo de la mayoría de ellos pasa por hacerse famosos o por ganar dinero con el menor esfuerzo posible. Lo más preocupante es que son millones de jóvenes ambiciosos, en el sentido de poseer, y fácilmente manipulables.
Tristemente, la historia nos ha enseñado que la mayoría de los totalitarismos encontraron fácil acomodo entre aquellas masas que decían actuar en nombre de la libertad.

viernes, 2 de octubre de 2009

El final de una novela

Cuando llevo muchos meses trabajando en una historia y se acerca el momento de llegar al final me siento inquieto. Por mi forma de escribir, parto con una idea de cual va a ser el final, pero el propio desarrollo de la historia y de los personajes en ocasiones me lleva a variar la dirección hasta llegar a un final diferente al que había previsto. Eso no me causa problemas porque es fruto de un largo trabajo que suele superar a la idea inicial.
El problema llega cuando me acerco a las últimas páginas, al momento en el que no es posible dar marcha atrás, y entonces es cuando dudo de todo lo que he hecho previamente. Después de muchas novelas escritas, sé que no se trata de que piense que me haya equivocado, sino de que acabo estableciendo una relación con la propia historia y con los personajes de la que me cuesta desprenderme. Una vez que haya decidido el final corregiré algunos detalles de la historia y haré revisiones técnicas tratando de eliminar los errores que haya en el texto, pero ya estaré fuera de la historia y de los personajes que me han acompañado y que forman parte de mi vida.
En este momento me enfrento al último capítulo de mi nueva novela, y me quedan algunas decisiones por tomar, entre ellas decidir qué final le doy a los dos protagonistas. No es fácil jugar a ser Dios.