jueves, 9 de diciembre de 2010

En la orilla del Aqueronte

Esta es la última novela que incluyo en mi web, aunque algunos de mis lectores habituales ya la conocen porque hace algún tiempo que la tenía en mi tienda, pero como la tenía participando en algunos concursos no quería darle difusión. Ahora que he decidido no volver a presentarla a otras convocatorias, porque tengo otra novela posterior concursando y una más que estoy a punto de terminar y que pronto enviaré a algunos premios, ha llegado la hora de ofrecerla a los lectores que quieran conocer una historia que se puede entender como muy diferente a otras que he escrito. En cierto modo se trata de una novela de ciencia ficción porque la cuestión que se plantea de fondo todavía no es posible, o eso al menos pensamos, aunque no tengo la menor duda de que se está experimentando en ello. En cualquier caso, está ubicada en la actualidad y contada con un estilo muy visual, como mis lectores ya saben. Quien quiera conocer algo más de esta obra, puede ver la sinopsis en la sección de novela de mi wev o leer las primeras páginas del texto en el enlace correspondiente.

viernes, 8 de octubre de 2010

La baraja del Corral de Comedias




Esta singular baraja española, datada en 1729, se encontró en el zaguán de entrada del Corral de Comedias durante las obras de restauración que se hicieron a principios de los años cincuenta del siglo pasado. Por fortuna, había permanecido oculta entre la paja y se halló completa y en un estado de conservación bastante aceptable. En la actualidad se encuentra en el Museo Nacional del Teatro, donde la depositó el Ayuntamiento para su mejor conservación.


En 1990 se hizo una primera edición, pero desde entonces no se había vuelto a reproducir y llevaba muchos años agotada. En virtud de un acuerdo con los representantes municipales, he realizado una nueva edición que está a la venta en mi tienda y en el Corral de Comedias a un precio de 9 €, para que turistas, coleccionistas y amantes del Corral puedan tener esta baraja tan especial.


Si alguien está interesado en tenerla y no puede viajar a Almagro, se puede poner en contacto conmigo a través de mi correo: pacoromero@ebaobab.com






miércoles, 6 de octubre de 2010

Nueve meses más tarde

Durante todo este tiempo he tenido aparcado mi blog, quizás porque llegué a pensar que se trataba de una obligación y que estaba saturado, o quizás fuera porque no creía que tuviera algo importante que contar, o que nadie se fuera a molestar en leerlo. Es curioso que mientras el blog perdía importancia en mi vida cotidiana, la haya adquirido en mi obra literaria, pues en dos de mis últimas novelas está muy presente.

En estos meses he continuado escribiendo en mi tienda y vendiendo mis libros, que cada día cuentan con nuevos lectores y muchos de los anteriores se han hecho adictos, por lo que cada vez tengo más peticiones por internet porque la mayoría viven muy lejos de Almagro. He completado una novela, tengo otra bastante avanzada y no he ganado nuevos premios literarios, aunque he quedado finalista del Premio Ateneo de Valladolid de Novela con Las manos prestadas. Curiosamente la ganadora ya había publicado con la editorial que lo convocaba, una casualidad cuando menos sospechosa. También he experimentado como editor de obras ajenas, y he llegado a la conclusión de que hay editores que tiene un morro que se lo pisan al aprovecharse de los incautos escritores noveles que quieren ver publicada su obra y que están dispuestos a pagar tres veces su coste confiando en que ese paso les sirva para abrirles las puertas del mercado literario.

Como los productos relacionados con Almagro siguen siendo una de mis fuentes de financiación, he escrito una completa guía de Almagro en la que incluyo las mejores fotos que he hecho durante los trece años que llevo en la ciudad. También he editado la reproducción de la baraja española que se encontró durante la restauración del Corral de Comedias y que está datada en 1729.

Puede que en esencia nada haya cambiado durante este tiempo, aunque en época de crisis es un privilegio vivir de aquello que se ama, y que la principal preocupación que tengo cada día sea la de seguir aprendiendo para escribir mejor.

sábado, 23 de enero de 2010

Enero en Almagro

Enero es un mes complicado cuando se tiene un negocio vinculado al turismo en Almagro porque apenas hay movimiento en la ciudad. De hecho, la mayoría de los días ni siquiera abro mi tienda, y cuando lo hago no se debe a que espere compradores, sino a que me he acostumbrado a escribir en la tienda porque aprovecho mucho mejor el tiempo que en casa al imponerme un horario de trabajo, aparte de que siempre es grato contemplar la plaza de Almagro desde los ventanales de mi tienda.
Ya he dicho varias veces que los que nos dedicamos a las labores artísticas, y vamos por libre, pasamos con mucha velocidad de la depresión a la euforia o viceversa. Tan pronto te sientes abatido porque consideras que tu obra no le interesa a nadie, como te sientes el más grande cuando recibes un elogio.
El otro día estaba revisando mi última novela, con todo el miedo que ello supone, cuando entró un matrimonio de jubilados catalanes en la tienda. Me dijeron que en un viaje anterior habían pasado por mi tienda y me compraron Lágrimas de Yaiza, y habían decidió aprovechar un viaje a Andalucía para desviarse de su ruta y hacerme una visita para comprarme más libros. La señora reconoció que mi libro lo había leído dos veces porque le había encantado, y desde entonces había comenzado bastantes de los más conocidos, pero casi todos los había dejado porque no le interesaban.
Cuando se marcharon me sentía más animado porque el aliento de los lectores es el mejor antidepresivo. Es curioso, pero la opinión que más he escuchado es que mis libros enganchan y no pueden dejarlos porque se sienten intrigados por la historia. Otro me reconoció hace poco que no creía haber leído más de tres libros del mismo autor, y sin embargo se había leído diez míos y esperaba impaciente a que sacara el siguiente. Y al menos conozco otros diez que habían perdido la ilusión por leer novela y coleccionan mis libros, hasta el punto de que a algunos les tengo que dejar el texto antes de publicarlo.
Sé que no es bueno fiarme de la opinión de los lectores porque existe el riesgo de creer que lo que se hago es importante, pero los días de enero son fríos y solitarios, y el miedo a quedarse en el camino es un compañero habitual del creador. Como si se tratara de una maratón, cualquier estímulo puede ser bueno para seguir avanzando cuando sientes que las fuerzas flaquean porque no faltan aquellos que intentan ponerte zancadillas, y por lo general son los mismos que no conocen tu obra.

martes, 5 de enero de 2010

15 años persiguiendo sueños

El comienzo de cada año suele ser un buen momento para la reflexión y para hacer propósito de enmienda sobre los errores cometidos. Este año se cumplen quince desde que decidí que iba a vivir de mi fantasía. Como la mayoría de las decisiones trascendentes de la vida, no se surgió de una profunda reflexión, sino de un gran fracaso. Los responsables de la productora publicitaria que yo había contribuido a crear y en la que llevaba doce años trabajando decidieron prescindir de mis servicios porque en la nueva línea que iban a seguir no había sitio para mí (nunca supe en qué consistía esa línea porque un año después los delirios de grandeza les condujeron a la quiebra). El caso es que me quedaba en la calle, sin cobrar el paro porque era autónomo y carecía de coraje para entablar un pleito, y sin tener ánimo por buscar otra oportunidad porque odiaba la publicidad, a pesar de que fuera un trabajo cómodo, bien pagado y en el que pasé muy buenos ratos, pero la falsedad siempre estaba presente.
¿Qué es lo que provoca que un fotógrafo que ha sido echado de su trabajo, que tiene la autoestima por los suelos y que carece de recursos económicos, decida jugárselo todo para convertirse en escritor? Ante esta pregunta solo hay una respuesta: el deseo de huir de la realidad porque no tenía nada en lo que basarme para creer que mis historias podrían llegar a interesar a las editoriales o a los lectores. De hecho, no contemplaba la posibilidad de escribir novela. Por entonces la única experiencia literaria era la escritura de guiones de cine, que había comenzado dos años antes como si fuera un juego. Había escrito seis guiones en los muchos ratos libres que me dejaba mi trabajo, pero las productoras que había visitado no me permitieron ni que los entregara para su lectura, y tal y como estaba el panorama cinematográfico nacional resultaba una utopía encontrar un hueco, y menos aún cuando en mi currículum no podía incluir un título universitario ni cursos especializados en guiones.
Una de mis principales cualidades, que también incluyo en la categoría de defectos, es la terquedad, y si otros conseguían vivir de las historias que inventaban yo no iba a ser menos, sobre todo cuando se trataba de única actividad en la que disfrutaba, a pesar de que mis carencias gramaticales me llegaron a desesperar en ciertos momentos.
Recuerdo que pasé cerca de dos años malviviendo con los ahorros que me quedaban en un cuchitril oscuro y muy frío mientras pensaba que estaba haciendo una locura cuando debería estar en la calle buscando un trabajo. Todo el día estaba pegado al ordenador escribiendo, al tiempo que estudiaba libros de gramática y de ortografía. Entonces fue cuando decidí convertir uno de mis guiones en novela para saber si yo tenía capacidad para dedicarme a la narrativa. Después llegó mi traslado a Almagro y comencé a ver la luz al final del túnel, aparte de que me sirvió para meterme en el teatro.
Pasaron cuatro años hasta que en 1999 gané mi primer dinero como escritor al obtener un premio de teatro. Las quinientas mil pesetas que cobré entonces no solo me vinieron muy bien salir de apuros durante algún tiempo, sobre todo me sirvieron para confirmar que era posible vivir de la fantasía.
Desde entonces he escrito doce novelas (una en fase de revisión), veinte obras de teatro y un libro de cuentos, aparte de otros textos menores, y varias de mis obras han obtenido premios literarios de cierto prestigio. Si en el año 95 alguien le hubiera dicho a un deprimido fotógrafo en paro que iba a hacer todo esto y sin ayuda de editoriales o agentes literarios, lo hubiera tomado por una absurda quimera.
A lo largo de este proceso creo que he aprendido unas cuantas cosas, y la principal de ellas es que no existe una meta que sirva de recompensa por el trabajo realizado, el auténtico premio consiste en dedicar la vida a aquello que se ama. Algunos de mis lectores me han dicho que les gustan mis novelas porque los protagonistas persiguen sus sueños hasta sus últimas consecuencias y que el destino suele ser generoso con ellos.
Ya llevo quince años persiguiendo los sueños y confío en seguir haciéndolo durante bastantes más gracias a aquellos que se han aventurado a leer mis libros eligiéndolos entre miles que cuentan con mucha más promoción. Por fortuna no me faltan historias que contar, tengo un mayor conocimiento del medio y todavía me sorprendo cuando escribo algo que no pensaba que pudiera estar en mi mente.