viernes, 8 de julio de 2011

Noche de Fiesta en el Festival de Almagro

Pocas veces he escrito en mi blog sobre el Festival de Almagro porque en los últimos años no ha habido muchos motivos para el disfrute. El evento pasa por un periodo de decadencia que no parece tener fin, y no solo los organizadores del festival son responsables de la preocupante caída de visitantes que ha tenido Almagro durante las últimas ediciones, el sector turístico local defería reflexionar profundamente sobre el tema, en especial la hostelería.


Pero no todo van a ser lamentos porque de tarde en tarde ocurre algo mágico y uno se retrotrae a las noches mágicas de Almagro que ha vivido y que contribuyeron a consolidar mi amor por el teatro. Anoche disfruté de una de esas veladas. Asistía a la representación Twelfth Night por la Filter Company en asociación con la Royal Shakespeare y dirigida por Sean Holmes.


Nada más entrar en la sala tuve sensación de peligro porque nada daba a entender que fuera a presenciar una función de teatro clásico. Tenía la impresión de que iba a asistir a un mal ensayo de una banda de rock por el caos que imperaba en el escenario con instrumentos, equipos de sonido, portátiles y altavoces repartidos aleatoriamente, mientras los actores, que más parecían técnicos de sonido, deambuladas vestidos con ropa de calle.


Un par de noches antes había visto El perro del hortelano, de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, en la que los bostezos aparecieron a los diez minutos y ya no me abandonaron durante las dos horas de representación. Otra mala experiencia me habría hecho perder la fe, pero en la primera escena apareció la sonrisa, después reía como pocas veces lo he hecho hasta llorar, al tiempo que a veces se me ponían los pelos de punta por lo emocionado que estaba. Tenía la impresión de que alguien me había invitado a una fiesta maravillosa y yo no quería que se acabara, pero por desgracia terminó con el público aclamando a los actores y músicos por el gozo que nos habían ofrecido.


Al salir y mientras deambulaba por las calles de Almagro pensaba en otras grandes noches que viví en el festival: Miguel Will dirigida por Denis Rafter, Pulcinella y Don Juan, dirigidas por Mauricio Scaparro, Clasiclos, por Juan Margallo, y las mayoría de los montajes de Declan Donellan, en especial Otelo con Chek by Jowl y Noche de Reyes, con el Teatro Chejov. Precisamente con este último montaje había sido la última vez que disfruté en el festival. La obra era la misma, pero no podían ser más opuestas; y, sin embargo, las dos me parecieron maravillosas, a pesar de que nunca me ha entusiasmado ese texto de Shakespeare.


Puede que en eso resida la grandeza de algunos clásicos, en que resisten todo tipo de miradas y en que de vez en cuando se convierten en el germen para que algunos privilegiados nos hagan disfrutar de una hermosa fiesta, porque en esencia el teatro es una celebración, y en tiempos donde se buscan nuevas formas de diversión multitudinaria, no deja de ser sorprendente que uno de los lugares donde más he disfrutado en los últimos años sea en un teatro y viendo un clásico.


Solo es mi opinión. Sé que hay gente que le ha gustado El perro del hortelano y que repudian Twelfth Night.