viernes, 11 de septiembre de 2009

El gozo de escribir

Muchos de los lectores que empiezan a conocer mi obra se sorprenden al ver todo lo que he escrito, y más cuando se enteran de que empecé a escribir tarde y de que toda mi obra de narrativa y teatro se concentra en los últimos trece años.
Si digo que estoy escribiendo mi decimosegunda novela, que tengo escritas dieciocho obras de teatro y más de veinte cuentos, puede parecer una barbaridad. Mucho más de lo que han escrito la mayoría de los escritores consagrados, aunque yo no tengo la sensación de que se trate de tanto trabajo porque en ningún momento me he sentido cansado de escribir. Es cierto que cuando acabo una obra tengo miedo de quedarme sin ideas, de no ser capaz de escribir nada nuevo, pero por fortuna esa sensación dura poco tiempo, hasta ahora y toco madera.
Ya he dicho otras veces que no soy un escritor vocacional, yo escribo por necesidad, como si se tratara de un ejercicio de terapia para liberarme de los fantasmas de la mente que me harían daño si guardara silencio. Evidentemente, la primera condición para escribir mucho es tener tiempo, y por fortuna yo lo tengo, aunque eso también supone hacer una serie de sacrificios, y uno de los más difíciles es el de vivir solo. La soledad es necesaria para escribir, pero en muchos momentos se convierte en una mala compañera que tiende muchas trampas. No es fácil llevarse bien con ella, pero suele ser muy generosa cuando uno aprende a disfrutar con lo que hace, y en ninguna otra actividad he encontrado más gozo que escribiendo.
Al escribir me siento como un dios. Creo un mundo paralelo, unos personajes que lo habitan y las reglas y conflictos que condicionan sus vidas y que les obligan a tomar una serie de decisiones. En realidad se trata de un juego en el que río, lloro, me emociono y hasta me cabreo, porque una vez que me meto en la historia la vivo como propia.
No tengo consola de videojuegos en casa, no la necesito, este juego me parece mucho más divertido y gracias a mis lectores, y a algunos premios, puedo pasarme media vida jugando. Bastantes de ellos me han dicho que se siente trasportados a otras vidas cuando leen mis libros y que se meten en la piel de los personajes. Creo que ese es el fin principal de la literatura. Sólo cuando se trasmite el gozo al lector, se puede empezar a pensar en las revoluciones que provocan los libros, y que son las más importantes, las que parten del interior de cada persona. Pero el fin de este texto no es hablar de revolución, sino del gozo que produce escribir cuando no hay ataduras que frenen y se tienen historias que contar.