jueves, 16 de abril de 2009

El fin de la imprenta tradicional

La semana pasada recibí los ejemplares de mi novela «La soledad y una voz», que como ya conté, se trata de la primera vez que he recurrido a la impresión digital para publicar un libro. Antes de recibirlo tenía mucho temor de que el acabado no estuviera a la altura de lo que imaginaba, entre otras cosas porque yo hice el diseño y la maquetación, porque los archivos los envié por Internet y porque mi único contacto con la imprenta fue a través de una agente comercial, y yo no conocía otros trabajos que hubieran realizado.
Cuando vi el resultado final sentí que se me quitaba un peso de encima. El acabado es igual que el de la imprenta tradicional, con la diferencia de unos plazos de ejecución muchos más cortos. Desde que acepté el presupuesto y envié los archivos hasta que recibí los libros pasaron nueve días. Aunque la principal ventaja radica en el precio. Con la imprenta offset hay unos costes iniciales muy altos porque se ha de hacer la filmación de los fotolitos y el montaje de estos antes de entrar en máquinas, por lo que es necesario hacer tiradas largas para que el precio por ejemplar pueda ser competitivo, lo que por otra parte causa un problema de almacenamiento porque no todo el mundo dispone de espacio para almacenar cincuenta cajas de libros, ni de un mínimo de cuatro mil euros para editarlos. Con la impresión digital el coste por ejemplar es el mismo si se hacen diez libros que trescientos, por lo que podemos hacer la tirada en función de los ejemplares que vayamos a vender, y si se da bien, con una llamada de teléfono ordenamos una nueva edición que recibiremos en pocos días. Es lo que se llama impresión bajo demanda, y bajo esta idea están apareciendo gran cantidad de editoriales que tratan de captar a todo aquel que quiere ver su obra editada. Yo me he saltado a las supuestas editoriales y he acudido directamente a su proveedor: la imprenta.
Después de esta experiencia, creo que la imprenta tradicional, al igual que la fotografía analógica en su momento, empieza a tener los días contados, sobre todo en lo relacionado con la edición de libros.

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