martes, 5 de enero de 2010

15 años persiguiendo sueños

El comienzo de cada año suele ser un buen momento para la reflexión y para hacer propósito de enmienda sobre los errores cometidos. Este año se cumplen quince desde que decidí que iba a vivir de mi fantasía. Como la mayoría de las decisiones trascendentes de la vida, no se surgió de una profunda reflexión, sino de un gran fracaso. Los responsables de la productora publicitaria que yo había contribuido a crear y en la que llevaba doce años trabajando decidieron prescindir de mis servicios porque en la nueva línea que iban a seguir no había sitio para mí (nunca supe en qué consistía esa línea porque un año después los delirios de grandeza les condujeron a la quiebra). El caso es que me quedaba en la calle, sin cobrar el paro porque era autónomo y carecía de coraje para entablar un pleito, y sin tener ánimo por buscar otra oportunidad porque odiaba la publicidad, a pesar de que fuera un trabajo cómodo, bien pagado y en el que pasé muy buenos ratos, pero la falsedad siempre estaba presente.
¿Qué es lo que provoca que un fotógrafo que ha sido echado de su trabajo, que tiene la autoestima por los suelos y que carece de recursos económicos, decida jugárselo todo para convertirse en escritor? Ante esta pregunta solo hay una respuesta: el deseo de huir de la realidad porque no tenía nada en lo que basarme para creer que mis historias podrían llegar a interesar a las editoriales o a los lectores. De hecho, no contemplaba la posibilidad de escribir novela. Por entonces la única experiencia literaria era la escritura de guiones de cine, que había comenzado dos años antes como si fuera un juego. Había escrito seis guiones en los muchos ratos libres que me dejaba mi trabajo, pero las productoras que había visitado no me permitieron ni que los entregara para su lectura, y tal y como estaba el panorama cinematográfico nacional resultaba una utopía encontrar un hueco, y menos aún cuando en mi currículum no podía incluir un título universitario ni cursos especializados en guiones.
Una de mis principales cualidades, que también incluyo en la categoría de defectos, es la terquedad, y si otros conseguían vivir de las historias que inventaban yo no iba a ser menos, sobre todo cuando se trataba de única actividad en la que disfrutaba, a pesar de que mis carencias gramaticales me llegaron a desesperar en ciertos momentos.
Recuerdo que pasé cerca de dos años malviviendo con los ahorros que me quedaban en un cuchitril oscuro y muy frío mientras pensaba que estaba haciendo una locura cuando debería estar en la calle buscando un trabajo. Todo el día estaba pegado al ordenador escribiendo, al tiempo que estudiaba libros de gramática y de ortografía. Entonces fue cuando decidí convertir uno de mis guiones en novela para saber si yo tenía capacidad para dedicarme a la narrativa. Después llegó mi traslado a Almagro y comencé a ver la luz al final del túnel, aparte de que me sirvió para meterme en el teatro.
Pasaron cuatro años hasta que en 1999 gané mi primer dinero como escritor al obtener un premio de teatro. Las quinientas mil pesetas que cobré entonces no solo me vinieron muy bien salir de apuros durante algún tiempo, sobre todo me sirvieron para confirmar que era posible vivir de la fantasía.
Desde entonces he escrito doce novelas (una en fase de revisión), veinte obras de teatro y un libro de cuentos, aparte de otros textos menores, y varias de mis obras han obtenido premios literarios de cierto prestigio. Si en el año 95 alguien le hubiera dicho a un deprimido fotógrafo en paro que iba a hacer todo esto y sin ayuda de editoriales o agentes literarios, lo hubiera tomado por una absurda quimera.
A lo largo de este proceso creo que he aprendido unas cuantas cosas, y la principal de ellas es que no existe una meta que sirva de recompensa por el trabajo realizado, el auténtico premio consiste en dedicar la vida a aquello que se ama. Algunos de mis lectores me han dicho que les gustan mis novelas porque los protagonistas persiguen sus sueños hasta sus últimas consecuencias y que el destino suele ser generoso con ellos.
Ya llevo quince años persiguiendo los sueños y confío en seguir haciéndolo durante bastantes más gracias a aquellos que se han aventurado a leer mis libros eligiéndolos entre miles que cuentan con mucha más promoción. Por fortuna no me faltan historias que contar, tengo un mayor conocimiento del medio y todavía me sorprendo cuando escribo algo que no pensaba que pudiera estar en mi mente.

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