domingo, 18 de mayo de 2008

Vivir del cuento

Una de las primeras preguntas que hace la gente cuando entra en mi tienda, y se encuentra ante un escritor desconocido que vende su obra, es si es posible vivir de lo que escribo. Suelo responder que no es fácil, pero tampoco es imposible, a pesar de carecer del apoyo de agentes literarios o de editoriales. Ante todo, es necesario tener mucha voluntad para no desfallecer porque es un camino largo y lleno de obstáculos, y la duda sobre la propia capacidad es uno de los principales. No importa el número de novelas que haya escrito ni el reconocimiento obtenido, cuando comienzo una nueva historia la primera sensación es de miedo porque tengo que hipotecar más de un año de trabajo en el que debo dedicar muchas horas del día para acabar completar el manuscrito. A pesar del esfuerzo, esta es la parte más grata del proceso porque disfruto escribiendo. Después llega el proceso de revisión, donde se duda de todo lo escrito y se cree que el texto está lleno de errores. No importa el número de revisiones que se haga, la sensación nunca cambia, aunque llega un momento en el que tengo que cerrar la historia para que se defienda por sí misma frente a los lectores. Cada una de mis obras pertenece a una época de mi vida, y si ahora retomara alguna de mis primeras novelas no la escribiría igual porque mi situación ha cambiado.
Al terminar la redacción de una novela comienza la labor más incómoda y la que en muchos casos genera frustración. Lo habitual es que muchos escritores, aquellos que no tienen agente, quieran enviar una copia de su texto a algunas editoriales de renombre confiando en que su obra sea elegida para su publicación. Al ponerse en contacto con estas editoriales, descubren que la mayoría se niega a recibir los textos no solicitados, en unas pocas los admiten pero no garantizan su lectura y en el mejor de los casos puede que nos concedan el crédito de leer diez páginas antes de destruir el texto. Otra vía pasa por encontrar un agente literario que confíe en nuestra obra y se encargue de facilitarnos el acceso al mercado editorial, pero la experiencia me dice que el proceso es similar al anterior e igual de decepcionante. La tercera vía es la de los concursos literarios, y que considero más fiable que las anteriores, siempre que tengamos en cuenta que es una pérdida de tiempo, papel y dinero presentarse a los concursos con mayor dotación económica porque es un territorio vedado. Por fortuna, existen unos cuantos premios que son fiables y en los que se juzga la obra sin tener en cuenta a quien la haya escrito.
Yo he combinado esta vía con una cuarta, que consiste en ser editor y vendedor de mi propia obra. Cuando acabo una novela la envío a varios premios literarios durante un año, y si durante ese tiempo no obtengo recompensa, procedo a su publicación con mi sello editorial Baobab Ediciones. A corto plazo supone un gasto considerable porque al trabajo realizado durante la creación se debe añadir la inversión realizada con la publicación y la ausencia de canales de distribución. Que nadie espere vender muchos libros en poco tiempo con este método. Hay que armarse de paciencia y buscar recursos alternativos para no caer en la desesperación y abandonar la carrera literaria. Supongo que he tenido algo de fortuna porque en los momentos de crisis he recibido algunos premios, y además del espaldarazo que supone para la labor creativa, han supuesto la inyección de recursos para realizar nuevas publicaciones.
En cuanto a la venta de libros en mi tienda, puedo decir que estoy a punto de publicar el sexto libro con mi sello editorial y he comprobado que en un periodo máximo de cuatro años amortizo la inversión al tiempo que incremento el número de lectores que coleccionan mis libros. Y a todo esto hay que añadir algo muy importante, sigo siendo el titular de los derechos de mis obras, algo a lo que tendría que renunciar durante treinta años si hubiera publicado con otra editorial.
Supongo que por ahora he conseguido vivir del cuento, aunque también del teatro y la novela.

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