sábado, 2 de mayo de 2009

La revolución pendiente en la literatura I

Siempre se ha dicho que los libros han provocado revoluciones. Creo que es algo que no se puede rebatir, y que no se podría hablar de civilización sin la literatura. Todas esas revoluciones se han hecho desde los libros hacia la sociedad, pero nunca se han hecho desde el libro hacia el escritor. En esta época de globalización agonizante, el papel de escritor es meramente simbólico dentro de un negocio editorial que está desesperado. Es cierto que bastantes autores gozan de prestigio y tienen notoriedad en los medios de comunicación, pero solo suponen un pequeño eslabón en la cadena de producción. Los editores dicen que el mercado impone sus leyes y los escritores deben aceptarlas como corderos obedientes porque se supone que son felices por el mero hecho de escribir y vivir de ello.
El escritor es imprescindible a la hora de crear la materia prima de la que se nutre la industria, pero lo que percibe por ello es insignificante en comparación con lo que genera su obra. En cierto modo se puede comparar con aquellos agricultores que tienen que vender sus productos al precio que imponen los intermediarios si quieren dar salida a la cosecha, a pesar de que luego lleguen a los consumidores habiendo multiplicado su precio. Pasemos a ver cómo se reparte lo que genera un libro. Supongamos que tenemos un libro de 300 págs. cuyo precio de venta es 15 €. La mitad de ese dinero va a la producción y el resto a la distribución, y de ésta, el librero se lleva 4,5 € y el distribuidor 3. En el capítulo de la producción se incluye la imprenta, cuyo precio varía en función de la tirada, pero estará alrededor de 3 €. En cuanto al diseño de la portada y la maquetación pongamos 0,20 €. La editorial percibe 2,80 €, y en ello va incluido lo que se dedica a promoción de la obra. Finalmente llegamos al escritor, que en el mejor de los casos percibirá 1,5 €, aunque a esto habría que quitarle el porcentaje que se lleva la agencia literaria que lo represente (si no se tiene agente es muy difícil encontrar editor). Así que un escritor puede ganar 1,20 € menos los impuestos por cada 15 que generan sus ideas. Teniendo en cuenta que el trabajo necesario para escribir una novela de 300 págs. es de un año a jornada completa y sin vacaciones pagadas (por lo general suele ser bastante más), sería necesario vender un mínimo de veinticinco mil ejemplares para considerar que su trabajo está medianamente pagado. De más está decir que la inmensa mayoría de los libros no llegan a esas ventas, lo que explica por qué muchos escritores tienen que recurrir a otros trabajos para subsistir.
Supongo que aquellos autores que venden cientos de miles de ejemplares no se preocuparán por esto porque las editoriales les conceden todos los caprichos para que estén contentos (incluidos otros escritores a sueldo para que le ahorren trabajo), siempre y cuando den suculentos beneficios y permanezcan fieles al sistema. Mientras tanto, otros muchos escritores se lamentan de la situación de esclavitud que soportan, pero no se atreven a dar un paso adelante por temor a que los dejen fueran.
Al margen de esta dinámica conservadora, se está gestando una auténtica revolución literaria, que de momento es muy poco conocida porque no se le da cobertura desde los medios de comunicación, y que tiene mucho que ver con lo que se denomina comercio justo porque se eliminan los intermediarios. Entre estos escritores no incluyo a aquellos que cuelgan sus libros en portales literarios con el sistema de impresión bajo demanda confiando en que tengan un golpe de fortuna y los editores se fijen en su obra. También es cierto que algunos de ellos terminan por conocer la situación y sacan el coraje suficiente para dar un paso adelante.

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