martes, 7 de octubre de 2008

La caída del muro de Wall Street

Hace diecinueve años cayó el muro de Berlín y el mundo comenzó a cambiar porque no solo suponía el fin del comunismo como régimen político y económico, con contadas excepciones como China, Cuba o Corea del Norte. Muchos creyeron que la victoria del capitalismo supondría el progreso para los estados y sus súbditos. Entonces comenzó el proceso que se conoce como globalización, basado en que el poder económico de las multinacionales y grupos de inversión está por encima de los gobiernos. Todo se regía por la oferta y la demanda y se gestionaba desde Wall Street y otros centros bursátiles, donde los dueños del dinero campaban a sus anchas sin ningún control hasta el punto de trasformar la mal denominada economía de mercado en algo muy parecido al terrorismo económico.
Estos inversores anónimos cuentan con tal fuerza e impunidad que pueden encarecer los productos de primera necesidad a tal nivel que son capaces de decidir el futuro de cientos de miles de trabajadores forzando las quiebras de sus empresas, provocar hambrunas en medio mundo o causar una crisis energética de incalculables dimensiones. Con su dominio de la economía mundial, tienen capacidad para provocar guerras o golpes de estado donde les sea más rentable. Y todo ello sin que existan mecanismos de control de todo ese dinero y hasta se ignore si su procedencia es legal.
Para llegar a esta situación de caos, esos especuladores han contado con la complicidad en los últimos años del gobernante más mediocre e infame que ha conocido la humanidad desde los tiempos de Hitler o Stalin, y del que no merece la pena citar el nombre porque todos lo saben.
Con la debacle que está viviendo Wall Street y todo el sistema capitalista, creo que no es el momento de ser derrotista porque estamos ante un situación histórica en la que los gobiernos de todo el mundo tienen la oportunidad de poner fin a esa opresión, y no creo que la solución consista, tal y como ya se está haciendo, en quitar el dinero a los pobres para dárselo a los ricos y que puedan seguir jugando en la bolsa como si estuvieran en un casino de Las Vegas.
Yo no soy economista, pero creo que estamos ante la ocasión de crear un sistema económico más humano. En una genuina economía de mercado, el comprador y el vendedor se encuentran y saben de lo que están negociando, los empresarios conocen lo que producen y el medio de estimular a sus empleados para que contribuyan al crecimiento de las empresas, y los gobiernos tienen medios de control y autoridad para evitar que se produzcan desmanes como la burbuja inmobiliaria, la falta de confianza en los bancos o el encarecimiento forzado de las materias primas con fin especulador.
Estoy convencido de que hay economistas que conocen los medios para poner fin al caos generado por aquello que se llamó globalización, y que hoy se podría denominar como la dictadura de los inversores, pero es necesario que antes los gobernantes tengan el coraje de enfrentarse a los terroristas de la economía mundial, y me temo que por ahora se trata de una guerra perdida.
Quede claro que esta opinión es de alguien profano en la materia y al que nunca se le ocurría meter sus escasos ahorros en bolsa porque me gusta acudir a los mercadillos para comprar, pero me aterran las sociedades anónimas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

es una situación mas complicada de lo que se cree, los mercados caen, bancos quiebran y lo mas importante, el drama humano de muchas personas que somos victimas; consumimos productos caros, perdemos casas, y pagamos con nuestros impuestos(altos)sus "errores" cual es la respuesta?? como siempre una sencilla, una mayor sensibilidad del hombre hacia el hombre...pero es la mas dificil