miércoles, 8 de octubre de 2008

Literatura: ¿Vocación o necesidad?

En literatura, como en otras manifestaciones artísticas, se suele cuestionar si un escritor nace o se hace, como si existiera un don que sólo está al alcance de unos pocos elegidos, o de aquellos que tienen medios para seguir un largo proceso de formación.
Sé que hay mucha gente que comienza a escribir desde que es muy joven y que muy pronto desarrollan la vocación literaria. Algunos de ellos tienen la posibilidad de cultivarla al tiempo que continúan aprendiendo y llegan a desarrollar una carrera profesional. Estos escritores suelen caracterizarse por un buen conocimiento del lenguaje, por conseguir una técnica narrativa depurada, por realizar una labor de documentación muy amplia y por elaborar un plano preciso de la historia antes de escribir el texto definitivo.
Siento decir que yo no soy uno de esos escritores. Durante mi infancia y juventud prefería jugar al baloncesto, me atraía el periodismo deportivo, empecé a practicar la fotografía y me fascinaba el ajedrez. También me gustaba leer, pero en ningún momento me cuestioné la posibilidad de escribir un texto. De hecho, sentía cierta fobia por la lengua y la literatura y nunca aprendí a hacer un comentario de texto. Con estos antecedentes, me decanté por ciencias, aunque mi experiencia universitaria se limitó a matricularme durante un curso en la facultad de económicas, en el que asistí a algunas clases e hice los exámenes con el convencimiento de que los milagros no existen.
Después tuve la fortuna de trabajar como fotógrafo en una productora publicitaria, por lo que pude desarrollar una de mis vocaciones durante doce años, hasta que la literatura se cruzó en mi camino, aunque sería más correcto decir que empecé a prestar atención a las ideas que rondaban por mi mente, y decidí escribirlas en papel como una forma de terapia. Por entonces pensé que a lo sumo podría llegar a escribir algún guión de cine.
Ya han pasado quince años desde que escribí los primeros folios, y supongo que he trabajado a buen ritmo porque ya he terminado nueve novelas, una veintena de obras de teatro, un libro de cuentos y algunos guiones de cine inéditos. En total unas seis mil páginas, cuando durante treinta años fui incapaz de completar un folio
Supongo que tras estos años de dura práctica he aprendido algo sobre el manejo del lenguaje y la técnica narrativa, pero el fin principal que me guía sigue siendo la necesidad de sacar las historias que guardo en mi interior, y al contrario de lo que pensaba, la mente no alberga un número limitado, sino que se trata de un terreno fértil que da su cosecha cuando se siembra. A veces me pregunto cómo se sentirán esos escritores vocacionales que conocen todos los trucos del oficio cuando carezcan de historias que contar.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ernesto Sabato despues de alcanzar lo que para muchos físicos seria la cuspide de su carrera, se retiro para dedicarse a la literatura, supongo que el también tenia historias que contar