
De todas formas lo más importante del festival sigue siendo el ambiente nocturno de la ciudad cuando terminan las representaciones y la gente se agolpa en las terrazas o en los bares de copas hasta altas horas de la madrugada, y donde el público y los actores de las compañías confraternizan. Eso es lo que hace diferente a Almagro. El teatro al fin y al cabo es el pretexto para pasarlo bien, aunque se disfruta más cuando previamente se ha visto una buena representación.
El mes de julio en Almagro implica calor, tertulias metateatrales entre cañas, largas siestas hasta que el sol permite salir a la calle, y extensas veladas hasta que llega el alba. Los más afortunados tendrán el recuerdo de una hermosa representación. Para los otros quedará la resaca, que no solo pondrá fin a los excesos de la noche, también borrará aquello que no haya sido grato; y cuando llegue la hora del aperitivo, saldrán a la calle con los ojos medio cerrados tras unas gafas oscuras, con la lengua como si fuera una lija y con los restos de una jaqueca que la aspirina no ha terminado de borrar, pero aún así estarán convencidos del ambientazo que hay en el festival, y de que la noche siguiente estarán en el bando de los afortunados.
¡Que la crisis no pare la fiesta del teatro en Almagro!
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