sábado, 31 de enero de 2009

Libros electrónicos

Parece que cada día está más cerca que se imponga el libro electrónico. Hay quien lo entiende como un símbolo de progreso y como la posibilidad de que la literatura llegue a todos. Yo no soy tan optimista y veo muchas más inconvenientes que ventajas, y no lo digo porque me preocupe el futuro de las multinacionales de la industria editorial, porque bajo cualquier formato seguirán copando el mercado. Me preocupa que los libros en su formato clásico se terminen por convertir en un artículo de lujo. Dicen que los ebooks son muy prácticos porque pesan poco, tienen muy buena lectura y se pueden almacenar miles de libros. Y me pregunto: ¿Quién necesita llevar miles de libros encima? Los libros no son como la música, donde se puede programar una serie de miles de canciones para escucharlas ininterrumpidamente. Los libros hay que querer leerlos y dedicarles todo el tiempo que merecen. ¿Para qué sirve llevar miles de libros encima si uno solo nos dura varios días? Yo creo que sirve para perder la fidelidad de la lectura. Cuando un libro nos gusta, necesitamos tenerlo en nuestras manos, hojearlo, olerlo, llegamos a crear un vínculo muy fuerte con él. Eso es algo que jamás se podrá hacer con un libro electrónico.
Por otra parte, el negocio que hoy ven las editoriales se convertirá en la futura ruina, igual que está pasando con la música. Los libros digitales se piratearán exactamente igual que las canciones y no tardaran en crearse el top manta de libros ofreciendo discos que contengan mil libros por tres euros. La gente acumulará cientos de miles de libros en pocos discos, pero ¿realmente leerá alguno de ellos con la ilusión con que se lee un libro de esos que ahora se comenzarán a llamar incómodos? Yo no podré hacerlo, y mientras pueda permitírmelo seguiré leyendo libros de papel y publicando mi obra en el mismo formato, a pesar de que pueda llegar a menos lectores.
Entiendo que ciertos libros, los que están fuera de catálogo o los dedicados a consulta puedan estar en formato digital porque pueden resultar muy útiles, pero hacerlo con el resto supone el intento de cargarse la pasión por la lectura, aparte de hacer un daño terrible a las librerías y bibliotecas.

martes, 27 de enero de 2009

La aventura en la novela

Hoy no pretendo hablar de la novela de aventuras, sino de la propia aventura que supone escribir una novela. Reconozco que cuando descubro las gestas de aquellos viajeros que suben las cumbres del Himalaya o llegan hasta las islas más remotas de los océanos siento envidia. Me hubiera gustado hacer lo que ellos, pero no me ha sido posible. Sin embargo, he descubierto otra manera de vivir la aventura que es menos costosa y que apenas exige de desgaste físico, pero también ofrece situaciones de temor, angustia y a veces depara hermosas recompensas. Escribir una novela es una aventura, al menos para mí, porque sé del lugar donde parto y al sitio donde quiero llegar, pero desconozco todo aquello que me puedo encontrar a lo largo del camino. Cuando escribo teatro o cuentos no tengo esa sensación, porque en el primero el terreno está acotado y en los cuentos tengo toda la historia en la mente cuando comienzo a escribir. En la novela me sitúo en la entrada de la selva, sé que muchos kilómetros más adelante hay una salida y tengo un plano con unas pocas notas sobre el terreno que voy a transitar; pero no tengo ni idea de lo que me puedo encontrar en el camino. Sé que esta forma de trabajar conlleva meterse en muchos laberintos en los que no siempre se puede encontrar la salida, pero siento que la historia está mucho más viva. Supongo que también es más fácil cometer errores que pueden ser fatales, lo que me obliga a estar mucho más alerta y a volver atrás cuando alguna de las decisiones que he tomado resultan erróneas. Algunas veces me he planteado que voy a trabajar de otra manera, contando con una planificación previa en la que desglose todo el camino que tengo que recorrer antes de ponerme a escribir. He hecho algún intento de aplicar este método racional, pero acabo abandonando a los pocos días. Supongo que en el fondo me gusta tener la misma capacidad de sorpresa cuando escribo que cuando leo una hermosa historia.
Durante ese largo camino voy conociendo a fondo a los protagonistas y el entorno donde la ubico. Eso supone que cuando llego al final de la redacción tenga que volver inmediatamente al principio para aplicar todo aquello que he ido aprendiendo a lo largo de la aventura que he vivido junto a mis personajes. Una vez conocido el camino para cruzar la selva, llega el momento de recrearme contemplando el paisaje y de buscar aquellos detalles que den la forma definitiva a la novela que estoy construyendo.
En el fondo la novela, aunque se la quiera revestir de mucha trascendencia, no deja de ser un juego de nuestra mente, tanto para el escritor como para el lector.

viernes, 16 de enero de 2009

La noche de las hogueras

Hoy en Almagro se celebra la fiesta que más me gusta. Es la noche de las hogueras y aunque se origen es religioso porque va unida a San Antón, su celebración es laica porque se rinde culto al fuego, a la limoná y al somallao, los tres elementos imprescindibles en esta fiesta. Cientos de hogueras repartidas por todas las calles de la villa iluminan y dan calor a la gélida noche almagreña. Es el momento de quemar todo lo viejo confiando en que el futuro sea más generoso. En torno al fuego de las distintas hogueras, todos los lugareños y visitantes beben limoná y comen somallao: un guiso muy básico a base de pimiento seco, ajo y bacalao que se sirve frío sobre una rebanada de pan. Evidentemente la noche es larga y da tiempo a que sobre las ascuas se pongan las parrillas con chuletas, chorizos, morcillas o se asen patatas; aparte de consumir otras bebidas hasta altas horas de la madrugada. Los coches se quedan guardados y aquellos que no están vinculados a alguna de las hogueras pueden caminar por el pueblo porque en todas las calles encontrarán un fuego acogedor donde no pasarán hambre ni sed.
Siento tal apego a esta celebración que elegí la noche de las hogueras para iniciar una de mis novelas: «Qal’at rabah», porque me parece que, en torno al fuego, el pasado y el presente se funden con el fin de crear un nuevo futuro.

domingo, 11 de enero de 2009

Welcome to the war

En estos tiempos convulsos en los que está comenzando una invasión tan cruel como inútil ante la indiferencia del primer mundo, creo adecuado incluir un monólogo que escribí a comienzos del 2003, cuando era inminente la guerra de Irak, otro monumento a la estupidez humana. Este monólogo se interpretó por primera vez con motivo del día mundial del teatro de ese año y posteriormente se publicó junto a otros textos por la Asociación de Autores de Teatro.

Welcome to the war
Bienvenidos señoras y señores a un programa muy especial, al programa más esperado de la temporada, el programa que batirá todos los niveles de audiencia en la historia de la televisión: «Welcome to the war». Sólo faltan quince minutos para que llegue el gran momento, el momento más esperado de las últimas décadas, el instante en que la mano de nuestro querido presidente pulsará el botón que disparará el misil que supondrá el comienzo de la Guerra Justa, la guerra imprescindible para que todos vivamos mejor. La emoción nos embarga a los miembros del equipo ante ese instante que marcará el punto de inflexión que dará origen a un nuevo orden mundial, y que retransmitiremos en exclusiva desde esta cadena para todo la nación.
Pero antes de llegar a ese segundo mágico con el que todos hemos soñado, tengo que explicarles cómo se desarrollará este nuevo programa. Como la mayoría de ustedes ya saben, por la amplia cobertura que se le ha dado en las últimas semanas en nuestros informativos y programas especiales, no sólo constará de la información más veraz, y absolutamente imparcial, como tenemos suficientemente demostrado en esta casa, sino que además incluiremos un espacio muy importante destinado al entretenimiento para que toda la familia unida pueda disfrutar ante el televisor a lo largo de las tres horas aproximadas que durará nuestra puesta en escena. Es obligado recordarles que a través de nuestra emisión vía satélite ustedes podrán estar conectados durante las veinticuatro horas, e incluso tener una participación activa a través de su mando a distancia, con el que podrán obtener suculentos premios a través del concurso: “Que no quede ni uno”. Todo esto y mucho más lo podrán conocer con mayor precisión en nuestro Canal Digital War, y recuerden que todavía están a tiempo de abonarse llamando al teléfono que pueden ver en la parte inferior de la pantalla de su televisor. Les recomiendo que no dejen pasar esta oportunidad porque si se abonan ahora no tendrán que pagar nada hasta dentro de tres meses y se llevarán de regalo un DVD interactivo que incluye reportajes y valiosa documentación de las veinte mejores guerras de todos los tiempos.
Tras este breve inciso, volvamos al programa de esta noche. Jamás en la historia de la televisión se ha hecho un mayor derroche de medios técnicos para que no escape nada de lo que ocurra, y eso es posible gracias a la colaboración de las treinta cadenas de televisión que se han embarcado en tan ambicioso proyecto. También debemos agradecer la valiosa aportación económica, completamente desinteresada, del mayor fabricante mundial de armas, que debido a su gran modestia no ha querido ser incluido junto los otros anunciantes que han patrocinado: «Welcome to the war».
Nuestro equipo humano consta de veinte enviados especiales a los lugares más representativos del conflicto bélico, diez especialistas en campos tan diversos como estrategia militar, relaciones internacionales, mercado bursátil y otros aspectos de la economía global, junto a cinco prestigiosos tertulianos que nos acompañarán en el plató dispuestos a contestar a todas sus preguntas, por escabrosas que sean. Todo esto aderezado con un equipo de reporteros encargados de recabar en todo momento la opinión de los famosos y del hombre de la calle, y aliñado siempre con una buena porción del mejor humor.
En cuanto a la parte técnica, contamos con novedades revolucionarias dentro del mundo de la televisión que alcanzarán cotas inigualables en cuanto a espectacularidad y realismo. Disponemos de cámaras situadas en todos los portaviones y acorazados; a bordo de siete cazas; en cinco de los bombarderos; en varios de los tanques que iniciaran la invasión por tierra, e incluso contamos con un amplio surtido de minicámaras y micrófonos colocados en los cascos de los marines que nos permitirán vivir la contienda con todo lujo de detalles, como si estuviéramos en primera línea de fuego luchando por una causa noble; eso sí, con la ventaja de estar cómodamente sentados ante el televisor bebiendo un refresco de uno de nuestros patrocinadores mientras saboreamos una exquisita pizza con masa recién horneada, que nos llevarán a casa junto al tablero del juego oficial de nuestro programa y las dos primeras fichas coleccionables al módico precio de diez euros.
Antes de continuar con la dinámica del programa, y en nuestro afán de que la información sea la más precisa y exhaustiva en todo momento, hemos de comunicarles que se han realizado arduas gestiones con el bando enemigo para que nos permitan situar cámaras entre sus tropas y en varios de los objetivos militares más importantes para ver las repercusiones del bombardeo que se avecina desde el otro lado, confiando en obtener imágenes espectaculares y de alto valor informativo. Lamentablemente no se ha llegado a un acuerdo final porque el enemigo ha solicitado una cantidad muy elevada por su colaboración, aparte de imponer a una serie de tertulianos de dudosa credibilidad. Pero lo que ha hecho imposible cerrar la negociación, ha sido la solicitud efectuada del cincuenta por ciento de los ingresos generados en publicidad, y esto es del todo innegociable porque el otro bando no ha aportado ningún anunciante al programa, y como todos sabemos la publicidad es la que nos permite afrontar una producción tan costosa.
A pesar de este pequeño contratiempo, les aseguramos que la calidad de Welcome to the war no se verá resentida, ni tampoco tomaremos una actitud hostil ante el bando enemigo por su falta de cooperación. Ante todo nos guía un espíritu deportivo, y prueba de ello es que una parte importante del tiempo de nuestro programa estará dedicada a labores benéficas. Por aquí pasarán los cantantes más relevantes del momento, que actuarán sin ningún ánimo de lucro, con el fin de recaudar fondos para las víctimas inocentes de la guerra. También se editará un disco con la recopilación de las actuaciones más importantes.
Pero ya falta muy poco para que el presidente pulse el botón. En la pantalla pueden ver cómo el vehículo presidencial ha llegado a la base militar desde donde se coordinan todas las acciones de la Operación Mundo Feliz. En este momento nuestro querido presidente está saludando al General en jefe. Pero antes de que se produzca este acto histórico ha llegado el momento de que todos ustedes participen en nuestro primer concurso, la pregunta del millón. Cojan todos su teléfono móvil y manden un mensaje de texto al número 1234 indicando el objetivo donde se dirige el misil que disparará el presidente. Recuerden que las opciones posibles son las siguientes: palacio presidencial, central eléctrica, torre de comunicaciones, refinería, hospital, universidad, almacén de armamento, sede del parlamento o lanzamiento fallido. Señale una de estas opciones marcando la letra que la antecede, y entre todos los acertantes se sorteará el suculento premio, y el ganador, además, tendrá la oportunidad de viajar junto a un acompañante a bordo de un bombardero para disparar personalmente un misil contra un objetivo a elegir. No me dirán que no resulta un premio tentador, así que no pierdan la oportunidad de participar en este concurso innovador.
Sólo faltan cinco minutos para que llegue la hora hache. Nos tenemos que marchar a publicidad, así podrán conocer a todos los patrocinadores que han hecho posible este acontecimiento histórico. Enseguida estamos con ustedes, y no cambien de canal, porque sólo aquí podrán seguir en directo: Welcome to the war, un programa lleno de sorpresas que cambiará el destino de la humanidad.

viernes, 9 de enero de 2009

La mirada escrita

La mirada escrita es el nuevo blog que he creado para colgar algunas de mis fotos en la pared que supone Internet. Llevo cerca de treinta años haciendo fotos y casi nunca las hice con afán de mostrarlas porque sabía que no era un gran fotógrafo, aunque durante algún tiempo soñé con hacer fotos para National Geographic, pero acabé haciendo fotos publicitarias mucho menos interesantes. Cuando comencé a escribir, la fotografía pasó a ocupar un lugar diferente en mi vida, aunque nunca ha dejado de ser importante porque en varias de mis novelas está muy presente. Supongo que ahora miro a través de la cámara con menos afán de protagonismo y más interés en aprender, como si quisiera tomar nota de aquello que observo y que más adelante me puede ser útil para enriquecer lo que escribo. Alentado por aquellos que conocen mis fotos y que me piden copias, he decidido colgarlas en pequeñas dosis.Si alguien tiene curiosidad por echar un vistazo a algunas de mis fotos, esta es la dirección: lamiradaescrita.blogspot.com

jueves, 8 de enero de 2009

El Corral de Comedias



Supongo que en el siglo XVII era habitual hablar de los corrales de comedias porque estaban presentes en todas las ciudades y en la mayoría de los pueblos de cierta entidad, pero en la actualidad, cuando se menciona el corral de comedias, todo el mundo lo asocia a Almagro por ser el único que se conserva en pie. Desde hace doce años mi vida está muy relacionada con él, y raro es el día en que no paso, aunque solo sea el hecho de correr la cortina para a echar un vistazo a los corredores y al escenario, aparte de que constantemente veo la puerta a través de los cristales de mi tienda. Para los amantes del teatro es un templo laico en el que se rinde culto a los clásicos, y he visto cómo grandes actores y directores se han emocionado al pisar sus tablas. En el Corral, menos actuar y dirigir, creo que he hecho de todo: he iluminado; colocado escenografías; escrito textos que se han representado; puesto y quitado las sillas y el toldo infinidad de veces; he hecho miles de fotos; grabado videos, vendido entradas para las representaciones y he sido el encargado de la sala.
Después de pasar tanto tiempo entre sus muros, le tengo mucho cariño a este lugar muy frío y húmedo en invierno y tremendamente caluroso durante las representaciones que se realizan durante el festival en el mes de julio. De hecho, el Corral de Comedias está muy presente en dos de mis novelas «4 hilos para un epitafio» y « Qal’at rabah». Puede que esas novelas supongan mi homenaje a ese lugar que pronto va a cumplir cuatrocientos años y que se mantiene erguido y activo a pesar de que el teatro siempre está en crisis, pero no muerto, porque para que la gente disfrute solo es necesario un cómico que se suba a un escenario dispuesto a contar una historia, y conozco a unos cuantos que lo saben hacer muy bien.

martes, 6 de enero de 2009

Mi tienda




Mi tienda es un pequeño cubículo de 12 m² que está ubicada en un lugar privilegiado, como es la plaza de Almagro, frente al Corral de Comedias, un centro de referencia universal en el teatro clásico. Va a hacer doce años que me trasladé a esta bella ciudad. Entonces no sabía si lo hacía con ilusión por emprender una nueva vida o con miedo porque suponía la huida de Madrid tras haber perdido en todo lo que me había propuesto. Siempre es duro empezar desde tres, como decía Massimo Troisi en su maravillosa película. Por fortuna, aquellos días sombríos ya han pasado y en la actualidad puedo dedicarme casi en exclusiva a hacer aquello que amo.
En mi tienda, que pronto va a cumplir cuatro años, paso muchas horas cada día, no tengo un horario fijo, pero hay días en los que puedo estar doce o catorce horas, y no porque vaya a vender más libros o marionetas. Los compradores no suelen agolparse ante la tienda de un escritor desconocido, y muchos se pasan bastante tiempo ante el escaparate antes de decidirse a entrar. Entre los que pasan por primera vez y se interesan por mi obra suelo establecer dos categorías. Están los que comprar un libro por lástima al creer que se encuentran ante alguien que no se ha sabido adaptar al sistema, y por otra parte, están los que piensan que hay que tener valor y mucha fe en uno mismo para apostarlo todo por una manera diferente de entender la literatura, donde el autor se encarga de todo el proceso.
Yo siempre agradeceré a unos y otros el apoyo que me dan porque se han convertido en los mecenas que me permiten seguir «viviendo del cuento», dicho en el sentido literal de la palabra, aunque principalmente de la novela y el teatro en tiempos de crisis y donde aquellos que se encuentran al margen de la literatura de mercado parecían condenados a desaparecer o a quedar recluidos en pequeños guetos.
La tienda no solo es el escaparate donde ofrezco mi obra, también es mi estudio porque es el lugar donde mejor escribo. A través de las ventanas veo cómo trascurre la vida en Almagro y cómo descubren la villa los miles de turistas que anualmente nos visitan ilusionados por asistir a una representación en el Corral de Comedias. Las tres últimas novelas y dos obras de teatro han cobrado vida y crecido en la tienda, aparte de varios proyectos a los que dedicaré los próximos años porque la necesidad e ilusión por inventar historias y escribirlas no decrece con el paso del tiempo. Es un hermoso juego en el que nunca se conocen las reglas, y en eso radica su grandeza.
No sé cómo sería mi vida si vendiera cientos de miles de libros y si tuviera mis novelas comprometidas con las editoriales antes de haberlas escrito, pero creo que no sería mejor. Ahora tengo el privilegio de escribir lo que quiero, como quiero y cuando quiero, publico cuando mis ahorros o los premios lo permiten, y vendo mis libros cuando alguien quiere conocerlos y cuando mis lectores más fieles quieren completar su colección y que cuidan con un cariño que no deja de sorprenderme.
El invierno es largo y frío en Almagro. No es época en que acudan muchos turistas, pero me gusta estar en la tienda, a pesar de que haya días en que no entre nadie, pero puedo seguir escribiendo y enriqueciéndome con lo que observo a través del escaparate.

domingo, 4 de enero de 2009

¿Por qué escribo? II

El complejo camino a la novela

Privado de ingresos y sin derecho a percibir el paro porque era autónomo y no me atreví a denunciar ese despido improcedente, comencé un largo periodo de crisis donde hube de renunciar a casi todo lo que había logrado. Como no quería buscar trabajo en nada que estuviera relacionado con la publicidad, y dudaba de mi propia capacidad como fotógrafo, decidí apostar por convertirme guionista, en una decisión que estaba motivada por el resentimiento porque no tenía ningún fundamento para pensar que esa metamorfosis pudiera realizarla en pocos meses.
En ese momento hubiera aceptado con gusto los cambios que me habían impuesto para rodar mi guión, pero no tuve valor para llamar y pedir otra oportunidad. Poco después me puse en contacto con una agencia de guionista, confiando en que ellos me representaran, pero tan solo me ofrecieron hacer una prueba para entrar de guionista en Médico de familia. Como nunca había visto la serie, tuve que comprar un horroroso libro donde se contaba cómo se hizo la serie. Para la prueba me habían pedido que escribiera una escena humorística y otra dramática, pero yo les presenté el guión de un capítulo completo. Un par de semanas más tarde los responsables de la productora justificaron su rechazo diciendo que yo no me adaptaría a trabajar en equipo. Entonces me molestó esa respuesta, aunque ahora creo que tenían razón porque soy incapaz de escribir algo compartido, y menos aún cuando el fin principal es complacer a la audiencia. Creo que aquel fue mi último intento de escribir guiones porque comenzaba a rondarme la idea de dar un paso más y pasarme a la narrativa, puesto que los guiones eran historias en las que debían trabajar otros para que llegaran a concretarse, mientras en el cuento y en la novela todo el proceso estaría en mis manos.
Para dar ese paso, que más parecía un farol de alguien desesperado, no me bastaba con sentarme a escribir lo que me rondara por la cabeza y echarle horas, necesitaba aprender a narrar y paliar mis lagunas gramaticales. Entonces me hubiera gustado matricularme en una escuela literaria, pero el precio era prohibitivo y mis ahorros menguaban a gran velocidad, a pesar de la vida casi monacal que llevaba. Me había trasladado a una vieja portería carente de luz natural y sobrada de frío y humedad donde me pasaba más de doce horas diarias sentado frente al ordenador, y para evitar la desesperación de pensar que era inútil lo que estaba haciendo porque a nadie le iban a interesar las historias que yo contara, me decía que algún día, cuando mi vida hubiera cambiado, recordaría con cariño aquel duro aprendizaje.
A un lado de la mesa tenía el libro de gramática y un diccionario, y al otro, el guión que había escrito para el actor famoso y que elegí para trasformar en novela porque pensaba que era una historia en la que me habían quedado muchas cosas que contar. Cuando el camino habitual es adaptar las novelas a guión, yo había elegido el proceso inverso. Lo pasé mal porque continuamente pensaba que sería incapaz de terminar ese trabajo y que nunca podría escribir una novela porque mi única virtud era cierta agilidad para escribir diálogos, mientras los novelistas eran unos elegidos entre los que no se podría incluir un fotógrafo fracasado.
Supongo que si hubiera tenido otra opción laboral habría abandonado, pero me había cerrado todas las puertas y no me quedaba más remedio que perseverar en esa quimera. Finalmente conseguí terminar mi primera novela: «La futura memoria». También escribí algunos cuentos y un relato que considero muy importante en mi trayectoria y con el que varios años después gané el premio Dulce Chacón de novela corta: «Memorias de un paraguas».
Por aquella época acudí a Almagro para hacer fotos del último montaje de la compañía del Corral de Comedias. Viéndoles trabajar en el escenario, me di cuenta de que el teatro era un género literario en el que podría defenderme con cierta solvencia, y en poco tiempo escribí mi primeras obra, junto a una versión libre de «La Posadera» de Carlo Goldoni, que fue mi primer trabajo estrenado y que se sigue representando después de once años. Aquel encuentro supuso que cerrara mi vida en Madrid y que me trasladara a Almagro para emprender una nueva aventura, y donde los distintos trabajos que he realizado para la compañía de teatro, desde adaptación de textos, fotografía, técnico, encargado de sala y taquillero me han permitido seguir adelante con mi carrera literaria sin sentirme agobiado, algo a lo que también han contribuido los distintos premios que he recibido durante estos años.
Algunos lectores me han dicho que les gustan mis libros porque los protagonistas llevan sus sueños hasta sus últimas consecuencias, algo que no suele ocurrir en la vida real. Yo no sé si he llevado mi quimera hasta sus últimas consecuencias porque en mis sueños de infancia y juventud no aparecía la literatura, aunque sí tuve un sueño poco tiempo después de que me echaran de la productora en el que era capaz de hacer fotografías sin cámara. Puede que sea una buena definición de la literatura que hago porque necesito ver lo que escribo, aunque sigo sin saber por qué lo hago. El título de este largo texto es ¿Por qué escribo? Supongo que lo hago porque inventar historias es la actividad más barata, divertida y gratificante que conozco.

sábado, 3 de enero de 2009

¿Por qué escribo? I

De la nada al guión

Supongo que llevo quince años haciéndome esta pregunta. Antes no me la había hecho porque nunca había pensado que podría convertirme en escritor. Durante treinta y dos años mi vida siguió otra dirección más conformista y en cierto modo había tenido suerte porque contaba con un buen empleo en una productora publicitaria. Era un trabajo cómodo porque no tenía que tratar con los clientes, mi labor se centraba en preparar las fotos o los rodajes y anticiparme a los problemas técnicos que pudieran suceder para evitar que los costes se dispararan, sobre todo cuando trabajábamos con modelos que cobraban por sesiones de cuatro horas. Me había pasado doce años moviéndome en los platós y me gustaba lo que hacía porque cada trabajo era diferente. Pintaba decorados, me defendía con la carpintería, viajaba para hacer localizaciones y era un buen iluminador, tanto con focos de cine como con flash. También sabía manejar todo tipo de cámaras fotográficas, desde 35mm. hasta de placas de gran formato, y algunas de cine, principalmente de 16 mm.
En realidad era un privilegiado porque hacía lo que me gustaba y cobraba generosamente por ello, aunque en los doce años que desarrollé esa actividad nunca superé la sensación de provisionalidad, como si supiera que ese no era un trabajo definitivo. Supongo que el cambio en mi vida se comenzó a gestar cuando una mujer se dio cuenta de que yo no utilizaba todo lo que guardaba en mi interior y me incitó a que no me conformara. Ella pensaba que yo era muy buen fotógrafo y debía seguir mi propia línea. Por entonces estábamos rodado un cortometraje y al ver el guión pensé que yo tenía ideas que podría desarrollar para hacer cortos. Compré varios libros especializados en el tema y en pocas semanas había escrito cinco guiones. Ninguno de los cuales se rodó, pero lo más importante era que había roto la barrera que me impedía expresar lo que pensaba, y nuevas ideas aparecían en mi mente esperando el momento de que las escribiera. Pensaba en guiones para largometraje, por entonces no me planteaba la narrativa o el teatro porque mi formación literaria era pobre, así como el manejo de la gramática. Durante más de un año compaginé mi trabajo en la productora con la escritura. Creía que si llevaba un guión a una productora no me harían caso, así que las primeras visitas las hice llevando cinco guiones, y me equivoqué porque a las productoras les daba igual que les llevaras un guión o cinco, puesto que no tenían el menor interés por conocer nuevas historias. Con aquello me llevé una gran decepción, y la misma mujer me dijo que no me recreara con mi ira y la convirtiera en algo creativo. Unos días después comencé a escribir el guión que cambió mi destino en varias vías, y todas diferentes a lo que imaginaba y deseaba. Lo escribí porque teníamos que hacerle fotos a un veterano actor famoso, y pensé que escribiendo un guión que se adaptara a él podría provocar su interés y que se me abrieran las puertas de la industria.
Tras aquellas fotos sólo recibí buenas palabras, al tiempo que me sentía saturado de la publicidad, aunque mi trabajo era cómodo, pero todo la hipocresía que había alrededor me espantaba y tenía mucha más ilusión en la nueva actividad que estaba emprendiendo. Poco después los acontecimientos se precipitaron. Por un lado recibí la respuesta de una productora que había puesto un anuncio en la prensa solicitando guiones para hacer una película, y uno de los míos: «La mujer del taxi», resultó elegido. Esa excelente noticia dejó de ser grata tras la reunión que mantuve con el director y la jefa de producción. El número de cambios que debía hacer me pareció inadmisible porque cambiaba totalmente el sentido de la historia. Entonces comprendí una de las famosas frases de Billy Wilder en su época de guionista, cuando le preguntaron si los directores debían saber escribir, y él respondió: «Me conformaría con que supieran leer».
Yo estaba a una distancia sideral de ese genio y me limité a rechazar su oferta. Entonces me amenazaron con utilizar sus influencias para que no pudiera trabajar en el cine. Por entonces seguía trabajando y pensé que debía esperar una mejor oportunidad, pero un mes después la productora decidió cerrar el plató y prescindir de mis servicios porque en la nueva línea que iban a emprender no había sitio para mí. Nunca llegué a conocer esa nueva línea porque mis antiguos compañeros y socios tuvieron que cerrar un año después derrotados por su propia ambición.