sábado, 3 de enero de 2009

¿Por qué escribo? I

De la nada al guión

Supongo que llevo quince años haciéndome esta pregunta. Antes no me la había hecho porque nunca había pensado que podría convertirme en escritor. Durante treinta y dos años mi vida siguió otra dirección más conformista y en cierto modo había tenido suerte porque contaba con un buen empleo en una productora publicitaria. Era un trabajo cómodo porque no tenía que tratar con los clientes, mi labor se centraba en preparar las fotos o los rodajes y anticiparme a los problemas técnicos que pudieran suceder para evitar que los costes se dispararan, sobre todo cuando trabajábamos con modelos que cobraban por sesiones de cuatro horas. Me había pasado doce años moviéndome en los platós y me gustaba lo que hacía porque cada trabajo era diferente. Pintaba decorados, me defendía con la carpintería, viajaba para hacer localizaciones y era un buen iluminador, tanto con focos de cine como con flash. También sabía manejar todo tipo de cámaras fotográficas, desde 35mm. hasta de placas de gran formato, y algunas de cine, principalmente de 16 mm.
En realidad era un privilegiado porque hacía lo que me gustaba y cobraba generosamente por ello, aunque en los doce años que desarrollé esa actividad nunca superé la sensación de provisionalidad, como si supiera que ese no era un trabajo definitivo. Supongo que el cambio en mi vida se comenzó a gestar cuando una mujer se dio cuenta de que yo no utilizaba todo lo que guardaba en mi interior y me incitó a que no me conformara. Ella pensaba que yo era muy buen fotógrafo y debía seguir mi propia línea. Por entonces estábamos rodado un cortometraje y al ver el guión pensé que yo tenía ideas que podría desarrollar para hacer cortos. Compré varios libros especializados en el tema y en pocas semanas había escrito cinco guiones. Ninguno de los cuales se rodó, pero lo más importante era que había roto la barrera que me impedía expresar lo que pensaba, y nuevas ideas aparecían en mi mente esperando el momento de que las escribiera. Pensaba en guiones para largometraje, por entonces no me planteaba la narrativa o el teatro porque mi formación literaria era pobre, así como el manejo de la gramática. Durante más de un año compaginé mi trabajo en la productora con la escritura. Creía que si llevaba un guión a una productora no me harían caso, así que las primeras visitas las hice llevando cinco guiones, y me equivoqué porque a las productoras les daba igual que les llevaras un guión o cinco, puesto que no tenían el menor interés por conocer nuevas historias. Con aquello me llevé una gran decepción, y la misma mujer me dijo que no me recreara con mi ira y la convirtiera en algo creativo. Unos días después comencé a escribir el guión que cambió mi destino en varias vías, y todas diferentes a lo que imaginaba y deseaba. Lo escribí porque teníamos que hacerle fotos a un veterano actor famoso, y pensé que escribiendo un guión que se adaptara a él podría provocar su interés y que se me abrieran las puertas de la industria.
Tras aquellas fotos sólo recibí buenas palabras, al tiempo que me sentía saturado de la publicidad, aunque mi trabajo era cómodo, pero todo la hipocresía que había alrededor me espantaba y tenía mucha más ilusión en la nueva actividad que estaba emprendiendo. Poco después los acontecimientos se precipitaron. Por un lado recibí la respuesta de una productora que había puesto un anuncio en la prensa solicitando guiones para hacer una película, y uno de los míos: «La mujer del taxi», resultó elegido. Esa excelente noticia dejó de ser grata tras la reunión que mantuve con el director y la jefa de producción. El número de cambios que debía hacer me pareció inadmisible porque cambiaba totalmente el sentido de la historia. Entonces comprendí una de las famosas frases de Billy Wilder en su época de guionista, cuando le preguntaron si los directores debían saber escribir, y él respondió: «Me conformaría con que supieran leer».
Yo estaba a una distancia sideral de ese genio y me limité a rechazar su oferta. Entonces me amenazaron con utilizar sus influencias para que no pudiera trabajar en el cine. Por entonces seguía trabajando y pensé que debía esperar una mejor oportunidad, pero un mes después la productora decidió cerrar el plató y prescindir de mis servicios porque en la nueva línea que iban a emprender no había sitio para mí. Nunca llegué a conocer esa nueva línea porque mis antiguos compañeros y socios tuvieron que cerrar un año después derrotados por su propia ambición.

1 comentario:

BLQ dijo...

A veces la realidad es un guíon más impresionante y fantástico que la propia ficción.

Espero con ganas la próxima parte de esta historia, que por desgracia es real y muy personal tuya.