jueves, 8 de enero de 2009

El Corral de Comedias



Supongo que en el siglo XVII era habitual hablar de los corrales de comedias porque estaban presentes en todas las ciudades y en la mayoría de los pueblos de cierta entidad, pero en la actualidad, cuando se menciona el corral de comedias, todo el mundo lo asocia a Almagro por ser el único que se conserva en pie. Desde hace doce años mi vida está muy relacionada con él, y raro es el día en que no paso, aunque solo sea el hecho de correr la cortina para a echar un vistazo a los corredores y al escenario, aparte de que constantemente veo la puerta a través de los cristales de mi tienda. Para los amantes del teatro es un templo laico en el que se rinde culto a los clásicos, y he visto cómo grandes actores y directores se han emocionado al pisar sus tablas. En el Corral, menos actuar y dirigir, creo que he hecho de todo: he iluminado; colocado escenografías; escrito textos que se han representado; puesto y quitado las sillas y el toldo infinidad de veces; he hecho miles de fotos; grabado videos, vendido entradas para las representaciones y he sido el encargado de la sala.
Después de pasar tanto tiempo entre sus muros, le tengo mucho cariño a este lugar muy frío y húmedo en invierno y tremendamente caluroso durante las representaciones que se realizan durante el festival en el mes de julio. De hecho, el Corral de Comedias está muy presente en dos de mis novelas «4 hilos para un epitafio» y « Qal’at rabah». Puede que esas novelas supongan mi homenaje a ese lugar que pronto va a cumplir cuatrocientos años y que se mantiene erguido y activo a pesar de que el teatro siempre está en crisis, pero no muerto, porque para que la gente disfrute solo es necesario un cómico que se suba a un escenario dispuesto a contar una historia, y conozco a unos cuantos que lo saben hacer muy bien.

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